viernes, 22 de abril de 2016

Dead end: víveres

-No hagas ruido, joder...
-Me tiemblan las manos, Charlie... ¿Sabes que esto no lo hacía en la oficina todos los días de 9:00 a 17:00?
-Ya... Yo tampoco; nos ha jodido... Pero como no espabilemos seremos nosotros quienes acabemos como merienda de esas putas cosas. Menos charla y llena la jodida mochila y larguémonos de aquí.
Las hileras de estantes yacían medio vacías. Algunas estaban volcadas, y otras habían sufrido los ataques y empujones de una horda, o algo parecido, y sangraban por sus propias astillas.
Aquel era un economato sencillo, con productos que la propia compañía ponía a disposición de los colonos para que pudieran acomodar sus vidas a algo remotamente parecido a lo que antes vivían en La Tierra. Ir al supermercado, a la cantina, al dispensario médico en ocasiones (y ojalá fueran pocas), o a practicar squash, levantar pesas o guantear un poco en un destartalado ring de boxeo, eran las cuatro cosas que se podían hacer fuera del intrincado laberinto de túneles.
El interior de Titán estaba a rebosar de preciado material, que Con Amalgamate extraía de la luna de Saturno, la segunda más grande del Sistema Solar. La base, situada en las dunas del centro geográfico del satélite, hundía sus "raíces" en una mezcla de roca y hielo, que casi tenía un grosor de quinientos kilómetros de ancho. El metano y los hidrocarburos también reportaban generosos beneficios a la compañía, con base en Chicago.
-Joder... No queda casi de nada, tío. ¿Qué cojones vamos a hacer con sal, un mango de una herramienta y cuadernos? -dijo Dave, un ingeniero de sistemas de unos cuarenta años a quien nadie tomaría por un héroe, pero que había conseguido una licencia de vuelo de clase 2 antes de "mudarse" de planeta.


-De momento coge el mango de la pala, por si hay que abrirle la cabeza a alguien -contestó Charlie, un administrativo un poco más alto, grueso y fuerte que Dave, cuya esposa, probablemente, estaría ahora volando sobre un teclado, intentando piratear el sistema de seguridad de la estación de atraque... O cantándole una nana a su pequeña hija para que se durmiera.
Ninguno de los dos estaba preparado para aquello. Nadie está nunca preparado para algo como eso. Ni siquiera un soldado, o alguien con un tipo de perfil de "tipo duro", puede hacerse a la idea de doblar una esquina y tener que hacerle frente a algo que antes fuera humano, y que ahora trata de comérselo a uno crudo, desposeído de toda razón y movido por un instinto de insaciabilidad inexplicable. ¿Y si ese "alguien" era un conocido o un familiar? Y por si fuera poco el dilema, trata de reaccionar en una décima de segundo, y cuando generalmente le acompañan sus amiguitos, con tanta hambre como él...
Charlie echó un último vistazo alrededor suyo, y no acertó a ver nada más que le fuera útil.
-Nada... Bueno, al menos hemos enganchado algunas latas y ese par de paquetes de alubias. Lo que quiere decir que tampoco quedaremos tantos por aquí con vida. Nos tocará hacer milagros con el agua de los depósitos de los evaporadores y algo con qué hacerla hervir, pero creo que podremos cocinar esa mierda.
-Leche, alcohol, y he encontrado bridas bajo el ordenador. Esto pesa tres cojones, pero prefiero cargarlo todo de una, y no tener que volver mucho de paseo por aquí, Charlie...
¡Clank! Un panel de una de las paredes se balanceó y se descolgó, provocando un indeseado tañido metálico contra el muro.
-¡Ostia puta...! -maldijo Dave, a quien las gotas de sudor se le habían, hacía rato, acumulado suspendidas en la frente, bajo la visera de la gorra de Con-Am que portaba -. Me voy a cagar en todo...
-Espero que los "resecos" no lo hayan oído... -dijo Charlie, girándose hacia un ventanal, opaco por la condensación interior.
Ambos se miraron uno al otro durante unos cinco segundos en silencio, esperando cualquier reacción en su entorno.
Entonces Charlie comenzó a andar hacia el ventanal, casi de puntillas, mientras amarraba la correa central de la mochila fuertemente a su cintura: ya se temía que pronto habría que aligerar el paso. Su respiración se entrecortaba, mientras trataba de no pisar cristales, tropezar con el mobiliario tirado por allí o provocar ningún otro ruido.
Se acercó al cristal de seguridad del panel, otro tiempo transparente, y frotó su superficie con el dorso de la tela de la camisa... Tan pronto como el vaho desapareció en una franja y a la primera pasada, unos ojos inertes aparecieron al otro lado, sin vida y sin parpadeo alguno.
Charlie dio un respingo y un pequeño saltito hacia atrás, pero aquella cosa se limitó a gruñir casi en un susurro, ladear la cabeza, alzar los brazos y, entonces sí, abrir sus fauces y lanzar un alarido de sonido ascendente. Al tiempo que aquel gutural sonido crecía. comenzó a golpear el cristal con ambos brazos a la vez.
-Corre...
-¿Te ha visto...?
-¿Tú que crees...? -Charlie se giró hacia Dave con los ojos inyectados en miedo.
-¡Corre!
-No griteeeees... Ssssst...
-Pero, ¡Qué coño importa, joder! ¡Que me ha visto, gilipollas! ¡Vuelve al puto conducto de aire!
En la trastienda del pequeño local, una abertura del techo les había servido para descender al almacén, y de allí al recinto principal, donde minutos antes se habían ocupado de hacer acopio de los pocos víveres que aún quedaban por saquear.
Dos operadores de sistemas, metidos a supervivientes.


-¿De dónde cojones salen...? ¿Quién cojones los ha traído aquí...? ¿Qué puta pesadilla es ésta...? -Dave iba delante, esquivando una nevera horizontal a un lado y enganchándose con una estantería de snacks al otro.
-Luego hacemos quinielas... ¡Corre: ya han entrado por delante...!
Las criaturas poseían una extraña fuerza, resultado de la suma de la de todos los individuos actuando como uno solo. No se paraban ante ningún tipo de obstáculo, provocación o mecanismo de defensa. Además, siempre se movían en grupo y rara vez quedaba alguno de ellos descolgado de la marabunta. Alguno podría sucumbir aplastado por sus compañeros de jauría antes que darse la vuelta y desde luego decirles: "¡Eh, chicos, que me estáis aplastando!"... Se parecía mucho a aquello que decía el Sr. Spock de Star Trek: "El mal de uno, el beneficio de la mayoría...". Lo importante era saciar un hambre sin sentido.
Corrieron las zancadas que les separaban del cuarto de atrás endiabladamente deprisa, y ya que Dave iba delante, se encargó de comprobar que nada les obstaculizaba al frente.
-Voy a cerrar esta puerta, pero eso no los detendrá por mucho tiempo... Espera... ¡Ayúdame con ese arcón! -improvisó Charlie.
-Cierra; date prisa, joder, joder, joder...
Arrimaron entre los dos un arcón congelador tan deprisa como pudieron al marco de la puerta, que Charlie había cerrado de una fuerte coz. Pronto, una pequeña pirámide de cajones de carga se elevaba hacia el falso techo de paneles de aluminio que albergaba todo el sistema de conductos de ventilación. Trabajaron rápido y con eficacia. Dadas las circunstancias, era eso o convertirse en comida.
-Sube tú primero, Charlie...
-¿Me estás llamando gordo?
-Vete a tomar por culo...
-No voy a discutirlo ahora, la verdad... -Charlie trataba de recuperar el resuello. Tan pronto como el más grande del dúo desapareció por el hueco del techo, giró sobre sí y extendió la mano hacia abajo, ofreciéndosela a su compañero... -¡Venga, venga, venga...! -los caminantes hambrientos golpeaban la puerta con fuerza, repetidamente y entre tétricos gruñidos.
-No me quedaré a cenar con ellos.
Dave comenzó a subir por los cajones, y tan pronto como pudo, extendió la mano hacia lo alto, buscando la de su compañero de fatigas.
-Arriba, flaco... -dijo Charlie, y Dave desapareció con él en el conducto de aire.

















Charlie y Dave comenzaron a avanzar por aquel estrecho tubo metálico, por el que ya habían tenido que ingeniárselas a gatas un rato antes. Apenas cabía un hombre de metro setenta como Dave en cuclillas, y terriblemente incómodo, con lo que, para Charlie, era un auténtico suplicio.
Atrás habían quedado ahogados los sonidos de los quejidos de los no muertos, a quienes se les había negado el ansiado alimento. Según iban avanzando por el metálico claustro, los buscadores de víveres iban regularizando sus respiraciones, y haciéndolas tan tenues como la luz de la linterna de servicio que habían encendido para moverse con cierta solvencia.
-Parece que todo se ha ido calmando... No se oye una mierda.
-No cantes "victoria" todavía. Aunque creo que esos cabrones aún no se han puesto a escalar. Hambre tendrán, sí, pero sea lo que sea lo que les ha convertido en lo que son, ahora se han vuelto gilipollas, y solo piensan en meterte un bocado... -explicó Charlie.
-¿Crees que Anna será capaz de cepillarse a Hércules? Porque esto se me antoja jodidamente duro a cada minuto que pasa y aquí no viene nadie a echar un cable.
-Pues más nos vale que pueda, porque tú y yo vimos despegar algunas naves de aquí y desconocemos si habrá salido de aquí algún mensaje de socorro desde alguna de ellas. Acuérdate de lo del grupo de antenas y el carguero que se desplomó sobre ellas. Y si todo ha ido bien, el primero que llegue aún puede tardar unos días más.
-Bueno... Sigamos arrastrando el culo por aquí, amigo; las chicas estarán preocupadas.
-Ahora mismo sólo pienso en ellas. Espero que Zöe esté durmiendo. Ya no sé qué contarle. A los niños siempre se les dice que los monstruos no existen. Si salimos de ésta, creo que me voy a pasar el resto de mi vida disculpándome con ella por haberle dicho eso...
-Yo espero vivir lo suficiente para sacarme la licencia de piloto de clase 1... Lo de tener hijos ahora me parece tan lejano...
-Sea quien sea la madre, si es que algún día consigues engañar a alguna, espero que tus hijos se parezcan a ella, porque mira que eres feo... Cabrón...
-¡Tócate los cojones...! Unos putos zombies quieren comerse mis huevos, y el puto gordo encima cachondeándose de m... -"¡Crash...!" De pronto el suelo cedió bajo Dave, que no pudo terminar la frase.
-¡Joder! -Charlie alargó el brazo, como tratando de agarrar al vuelo a su amigo, que se precipitaba hacia abajo.
Todo sucedió como a cámara lenta.
Es sorprendente cómo unos pocos segundos pueden alargarse en tu recuerdo como si fueran minutos, o incluso horas, si el instante cobra especial dramatismo. O cómo el tiempo puede acortarse a décimas cuando una vivencia concreta se llena de dulzura o felicidad. Este momento fue de los primeros...
Dave caía agitando los brazos hacia arriba, haciéndolos girar rotando sobre los hombros, al tiempo que gritaba "¡No!". En ese momento, Charlie y él se encontraban atravesando una sección de tubería que se elevaba sobre un hall de varios metros de altura, por lo que aquella caída resultaría fatal... El estruendo del cuerpo del hombre contra los escombros, y un buen número de huesos chasqueando hechos trizas contra los duros materiales apilados abajo, dejaron paralizado a Charlie allí arriba.
Esta vez, ni siquiera tanto ruido logró atraer a una nueva legión de hambrientos, pero sí las lágrimas a los ojos de aquel bonachón entrado en kilos...