viernes, 12 de octubre de 2012

Regreso a casa (quinta parte)

El vientre de la bestia, silencioso hasta resultar opresivo, contaba con sendos ascensores que daban acceso a la cubierta superior. La estancia estaba bien iluminada, y todo parecía reposar como tras una comilona; daba la sensación de que aquel pecio se había tragado todo lo imaginable, y ahora trataba de digerirlo.
-Jefe "Alpha"... Chávez... ¿Me reciben?
-Adelante, teniente, soy todo oídos...
-Ejecuten despliegue hacia la parte anterior de la nave. Les iremos guiando -el ascensor de servicio desarrollaba su ascenso hacia la cubierta superior con desesperante parsimonia -. Cuando se abran las puertas verán frente a ustedes un corredor principal. En unos metros se encontrarán con una bifurcación a derecha e izquierda. Quiero que se dividan en dos equipos y cada uno avance por un pasillo. Vamos a peinar por zonas y aseguraremos palmo a palmo la Paris.
-Al equipo "Bravo" le toca la parte de atrás... -recordó Verheyden.
-Gracias por recordarnos que nos toca sanearle el trasero a la nave, sargento -bromeó Di Gregorio.
-Foreman, ustedes tienen un pasillo perpendicular según salen del elevador. Vamos a recorrerlo juntos. Hacia la derecha se dirige a una de las zonas de almacenaje, y hacia la izquierda camarotes auxiliares y otras pequeñas salas. En su zona se encuentra la sala misteriosa de Kierkegaard, así que si tienen que replegarse, háganlo sin separarse.
-Roger, sargento. Muy bien, chicas... Poneos el pintalabios y el rimmel... Este puto ascensor va a tardar una eternidad... -susurró el jefe de escuadrón, al tiempo que golpeaba la metálica pared de aquella caja con rabia.
En circunstancias normales, y obedeciendo a la cadena de mando, Krueger hubiera representado el papel de jefe de escuadra, pero un altercado hace unos días en una taberna de la estación de paso orbital de la Luna decidió en favor del soldado de primera Foreman.
Ambos ascensores completaron su recorrido hacia la cubierta superior.
-¿Quién diseñó esta nave? -se preguntó en voz alta el humano sintético -. Es extraño. Da la sensación de que la bahía de carga, ahí abajo, casi parte en dos la nave... Se puede acceder también por los pasillos de servicio de encima, aquí y aquí... -Kierkegaard señalaba sobre el esquema de la nave en la pantalla a dos conductos en los que un adulto no cabría, salvo en cuclillas, que pasaban justo por encima de la bahía central de carga donde habían aterrizado los marines -pero sigue resultando incómodo... Es como si estuvieras obligado a pasar por el hangar si quieres llegar a la parte de atrás... Es como si cada mitad de la nave fuera una fortaleza, y de hecho sólo se puede llegar a ellas por un único trazado. Así, si alguien intenta llegar a la cabina o a la sala misteriosa, lo puedes aislar en un pasillo, entre las puertas y los ascensores, y evitas un sabotaje dejando a tus invitados en una ratonera...
-Es probable que cuente con algún tipo de mecanismo de desenganche que divida en dos la estructura, dejando dos naves en vez de una ante una posible emergencia. Aunque hay que reconocer que resulta inquietante... Es como si tuvieran cierto miedo a la carga que llevan detrás, y quisieran aislarla del resto por precaución... Y deshacerse de ella si fuera necesario -la reflexión del teniente suspendió el diálogo entre oficiales por unos instantes -. Aquí hay unos mecanismos de sellado, y delante también... Esto confirma que la nave puede separarse por módulos en tres: zona de la tripulación, hangar y zona de trabajo y la dichosa sala...
-¡Atención los de atrás, nenas! -advirtió por su intercomunicador el sargento Verheyden.


ALPHA

-Muy bien, señoritas... -comenzó Chávez -. Vamos a hacer las cosas como dice en el puto libro... ¡Escuadra de Marines Coloniales a tripulación del CCV Achilles, ¿Alguien nos recibe?! ¡No se alarmen; el rescate ha llegado...! -tras breves instantes, el jefe de escuadrilla insistió, al tiempo que comenzaba a sudar como en el gimnasio de la nave -. ¿Hola, hay alguien ahí? Somos la escuadrilla "Alpha" del Cuerpo de Marines Coloniales de la Achilles. Estamos aquí para ayudarles... No recibimos respuesta. Si pueden oírnos, permanezcan en sus dependencias y llegaremos hasta ustedes...
-¡Coño, ¿Acaso soy el único que se ha dado cuenta de que no nos hemos cruzado aún con nadie?! -advirtió Rawlings. -. ¡No nos recibe nadie, atracamos en su hangar, nadie en los pasillos...! No me gusta una mierda.
-¡Cállate, joder, y déjame pensar! -Chávez se calentaba -. ¿Por qué cojones hace calor como en una puta sauna? -el hispano se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano, mientras sus compañeros resoplaban y miraban en todas direcciones.
-Igual tiene que ver con sus problemas de telefonía móvil, "Toro"... -sugirió Cortesse -. Si el soporte vital tiene problemas, el aire acondicionado es lo primero de lo que se prescinde. O es posible que encontremos algún que otro fiambre si les ha fallado el suministro de oxígeno...
-Y se ahorran un pico en la factura de fin de mes... -bromeó "Raw".
-¿Y entonces qué cojones estamos respirando, gilipollas? Igual sólo están encerrados en sus camarotes porque lo que ha fallado ha sido el mecanismo de las compuertas mientras estaban todos en una orgía y... ¡Mierda! Sargento... ¿Me recibe? -"Alpha" se detuvo un momento antes de comenzar la maniobra en la bifurcación del pasillo -. Antes de continuar quisiera dejar claro que parece no haber nadie en casa...
-Tienen sus órdenes soldado, así que ¡Manos a la obra! Pero quiten los seguros de las armas... - Ordenó el sargento, que ya había encendido un habano y no despegaba la cara del monitor de seguimiento de las cámaras de los cascos -. Tengo ojos y oídos, hijo, así que lo que usted ve, yo lo veo. Necesito que empiecen a asegurar la nave zona por zona.
-A la orden, señor... ¡"Raw" conmigo! ¡Vosotros dos a la izquierda, y quiero saber en todo momento que carrillo del culo os pica, ¿Entendido?! Despacito y buena letra... Y si se mueve algo, lo freís...
-¡Woa! - Exclamaron al unísono Cortesse y Bukowski, al tiempo que hacían chocar en el aire sus puños cerrados.
-Muévete, hermano...
-Eso me dice siempre tu madre... Y también que no me olvide de apuntar antes de disparar...
Cortesse y Bukowski desaparecieron por el desvío de la izquierda. Los pasillos de la bifurcación eran algo más angostos que el corredor central, lo que comenzó a contribuir a la sensación de ahogo que el calor se había encargado de avivar momentos antes.


-Bien... Estamos solos, "Raw". Pero no pienses que nos lo vamos a montar en un compartimento... No eres mi tipo. Adelante...
-Tranquilo, "Toro", ahora no se me levantaría ni con una grúa...
El novato y el bocazas comenzaron a recorrer el pasillo y a encontrar a ambos lados algunas habitaciones. Tan pronto como se acercaron a la que quedaba inmediatamente a su izquierda, adoptaron posición de cobertura.
-¿Cara o cruz, "Raw"?
-Tarde... -respondió Rawlings mientras pulsaba el mecanismo de apertura de la compuerta.
Ambos giraron sobre sí un cuarto de vuelta al mismo tiempo, apuntando con sus armas al interior del recinto. Pero no encontraron nada allí... Se trataba de un área de aseos y duchas. Todo estaba impoluto y seco, indicando que hacía algunas horas, al menos, que no se habían usado las duchas.
-El sensor de movimiento sigue mudo, "Toro"...
-¿Seguro que ese cacharro funciona?
-Los ha preparado el sargento...
-Lo he oído, marines. -dijo el sargento con tono alto, resonando desde los intercomunicadores -. Y estaban perfectamente operativos cuando los preparé...
-No se enfade, sargento, igual son las pilas... -relajó Chávez.
-Silencio, nenas. Ahí no hay nada, así que, ¡A la siguiente habitación cagando leches! -ordenó Verheyden.
-Se pone muy sexy cuando me grita... -masculló entre dientes Chávez.
Tan pronto como salieron de la habitación de aseos, los compañeros que habían comenzado a recorrer su parte del mapa de la nave por la izquierda les sorprendieron con un mensaje.
-¿"Toro"? Aquí Bukowski... Estamos a mitad de la ronda y en tres camarotes no hemos encontrado a nadie... Esto me huele muy mal.
-¿Teniente, me oye? -preguntó Cortesse -. ¿Existe la posibilidad de que hayan utilizado algún vehículo auxiliar para largarse de aquí y que nos hayan mandado sólo a remolcar su nave?
-Kierkegaard, ¿Puede intentar conectar con la computadora de su nave? -preguntó Gardner.
-Me he adelantado a sus órdenes, señor, y estamos en línea con la CPU de la Paris desde hace unos instantes -aseveró el androide -. He tratado de leer el diario de la nave y tengo acceso al 90% de su contenido, salvo por algunos archivos protegidos por contraseñas, referentes a la carga de nuestra sala misteriosa. Debo comunicarles que no se ha registrado la salida de ninguna cápsula de salvamento...
-¿Y entonces dónde cojones se han metido? -el teniente comenzaba a desesperarse -. ¿Un transistor fundido...? ¡Y una mierda!
-Continúen "Alpha"... -volvió a insistir Verheyden.

BRAVO

-¡Ábrete, sésamo! -dijo Krueger. El ascensor se había detenido y las compuertas se habían abierto. Al frente, una pared; a los lados, el pasillo tomaba dos caminos -. Muy bien; vamos allá...
-Recordad: todos juntos. Este pasillo es como una gran "U", que termina en la sala del tesoro por ambos lados, así que la recorremos juntos por la derecha y luego regresamos por el trazado de la izquierda al hangar, ¿Entendido? -dijo Foreman.
Tan pronto como echaron el primer vistazo alrededor y comprobaron la sobriedad de las estructuras, techos y pasillo, comenzaron a recorrer el ala derecha del pasillo.
-Mantened los ojos bien abiertos, marines... -recomendó el jefe de escuadrilla.
Al girar la esquina del pasillo, situada a menos de 10 metros del ascensor, encontraron dos hileras de ventanales que recorrían las paredes de ambos lados. Sin duda, y por el aspecto que mostraban en un primer vistazo, aquellas salas eran laboratorios o una enfermería y un comedor...
-Joder, jefe... -empezó Krueger -. Detrás de esas mamparas hay una pasada de equipo médico... -Krueger abría la marcha con su impecable M56 Smart Gun, a cuyo costado podía leerse, escrito con tinta blanca: "Mejor no estar cerca cuando comience a escupir...". Se detuvo, y con él todos los demás.
-Será mejor que estemos alerta, chicas... Cubrid los flancos... Aaronson, conmigo... - Foreman presionó el mecanismo de apertura, y la puerta octogonal se abrió en dos mitades hacia los lados -las puertas están operativas... ¿Dónde está el fallo que les ha impedido comunicarse con alguien? Aaronson, por ahí; presta mucha atención al detector de movimiento...
-Roger, jefe...
-Atención USCM Achilles, ¿Me reciben? -comunicó el soldado de primera clase -¿Achilles? ¿Achilles?... Joder, más problemas... Esto no funciona, nenas; no me gusta.
-Creo que son las paredes, jefe... -dijo Aaronson -. Parece que el material que las reviste por dentro impide cualquier acceso o salida de señales hacia el exterior o desde el exterior... Estamos metidos en una especie de puta caja fuerte.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Regreso a casa (cuarta parte)

El piloto y el artillero de la cañonera ya habían hecho su parte de los deberes. La rutina de la maniobra de despegue se ejecutaba como un vals... Un, dos, tres; un, dos, tres; un, dos, tres... Marines: piezas bien engrasadas de una maquinaria de precisión suiza.
-Iniciando secuencia de despegue -el artillero y copiloto comenzó con la comprobación de los sistemas de vuelo. El sonido creciente de las turbinas de propulsión de la nave tras la ignición, indicaron el inicio de la misión.
-Todos los sistemas en verde, Eastwood.
-Roger, Harrelson. Armamento preparado y fijado a los soportes.
-Comunicaciones, aviónica, soporte vital... Comprobados.
-¿Qué tal ahí atrás, marines? -preguntó por línea interna el copiloto.
-Deseando largarnos de una vez -contestó Bukowski.
-¿Y la azafata? ¡Quiero una birra! -bromeó Aaronson. Todos rieron.
-"Wasp 1" para control; esperando sus órdenes... -invitó Harrelson.
-Iniciamos secuencia de desenganche. Encendidas cámaras tácticas de sus cascos. Todo tiene buen aspecto desde aquí, caballeros... -continuó Kierkegaard.
El casco de cada marine contaba con una microcámara incorporada, que permitía al control de misión ver lo que ellos veían mientras tenía lugar el "baile". Además, un sistema de control de constantes vitales incorporado al traje, leía pulso, respiración y otros indicadores para saber en todo moménto cómo se encontraban los niños...
-Les habla el teniente Gardner. No quiero que hagan el gilipollas. Seamos profesionales, soldados. Buena caza, y mantengan constante contacto por radio, ¿Entendido?
-¡Woa! - Gritaron todos al unísono. Harrelson y Eastwood sonreían en la cabina al tiempo que el brazo de la grúa de sujección se disponía a colocar la cañonera justo encima de la compuerta de aislamiento. Bajo las enormes puertas, una especie de bahía aislada separaba la zona del hangar del vacío espacial.
-Suelta los enganches primarios, Eastwood.
-Enganches primarios liberados -un sonoro "clac" metálico indicó que el dispositivo de retenida de la grúa estaba listo para soltar la AD L4 al espacio con la siguiente pulsación sobre el panel del copiloto.
La grúa se detuvo encima de la compuerta de vacío y descendió con ligereza por debajo del nivel del cierre. Y en unos segundos, encima de ellos, las gigantescas compuertas se cerraron, dejando tan sólo el brazo de sujección como único cordón umbilical con la nave. Los portones inferiores se abrieron, dejando a la vista bajo sus pies el oscuro tapiz cósmico, salpicado por miles de puntos de luz.
-Suelta los secundarios. ¡Larguémonos, Eastwood!
-Roger, jefe Wasp...
Tal y como el brazo liberó la sujección de la cañonera, una caída al más puro estilo "montaña rusa" sacudió en pleno a la carga humana del estómago de la nave.
-¡Mierda, Harrelson, se me han subido los huevos a las orejas! ¿Es que no puedes tener más cuidado? -se quejó Chávez a gritos.
-¡Con lo macho que tú eres! -se defendió el piloto con socarronería.
-¡Yiii haaa! -Cortesse estaba encantado con la cabalgada.



En un par de minutos habrían llegado a su destino. La nave de carga colonial Paris estaba situada a proa, a tan sólo unos cientos de metros, y no parecía gran cosa, salvo un enorme, robusto y sobrio trozo de metal a la deriva, que crecía de tamaño según se recortaba la distancia.
-Atención. Aquí nave de asalto "Wasp 1" de los marines coloniales a CCV Paris: ¿Me reciben? Repito: esta es la nave de asalto Wasp de los marines coloniales llamando a la CCV Paris de la corporación Weyland-Yutani... ¿Hay alguien ahí?
-No detecto señales de movimiento ni localizadores vitales de la tripulación, Harrelson.
-Muy bien... Coloquémonos bajo el casco. Creo que tendremos que entrar ahí... -aseveró Harrelson -. A ver ahí atrás, muchachos... Voy a insertar el código de acceso a las puertas de la bahía de atraque. Si todo funciona como es debido, habremos entrado en 30 segundos. Así que preparados para saltar fuera.
-Control Achilles, aquí "Wasp 1"... Me temo que ni se han desarropado para abrirnos la puerta, teniente. Nadie contesta a las llamadas por radio, señor -explicó Eastwood.
-Recibido, "Wasp 1". Inicie transmisión de código de seguridad. Si su sistema de comunicaciones se ha averiado durante el hipersueño, no tendrán ni puta idea de lo que sucede -explicó Kierkegaard.
-Afirmativo. Pero la computadora los hubiera despertado ante la más mínima alerta de funcionamiento, ¿Correcto? -inquirió Verheyden.
-Exacto, sargento... Y eso es lo que me preocupa -contestó el teniente Gardner.
-Cierto... -se percató el humano sintético.
-Esto me da mala espina... -murmuraba Rawlings -. Sólo se explicaría con un colapso de las cápsulas criogénicas o un fallo general de todos los sistemas, y no sólo el de comunicaciones... A lo mejor nos encontramos unos cuantos kilos de fiambre congelado ahí dentro.
-El vaquero tiene razón, teniente -apoyó Harrelson.
-¡Muy bien, señores! ¡Entren ahí como si tuvieran prisa! -ordenó el oficial al mando.
La cañonera suspendió los propulsores justo bajo la doble compuerta de vacío del vientre de la Paris. Y el código obró el milagro.
-Compuertas exteriores abiertas, teniente -dijo el piloto -. Hasta aquí al menos la cosa funciona...
En la bahía de carga de la cañonera, los tripulantes comenzaban a moverse con inquietud en sus asientos con anclajes. Aaronson comprobaba los cargadores de su rifle de pulsos; Foreman jugueteaba con un puñal, haciendo malabares.
-Di Gregorio, ¿Has traído el equipo de derivación eléctrica? -preguntó Bukowski.
-Afirmativo, marine: he traído el abrelatas, así que no tendrás que tumbar ninguna escotilla a cabezazos -bromeó el neoyorquino.
La pequeña nave de abordaje ascendió lentamente y, bajo sus patines de aterrizaje ya extendidos fuera de sus alojamientos, esperó a que las compuertas dobles se cerraran. Terminando su ascenso hacia el interior del muelle de atraque, la nave retrocedió un poco, aún suspendida en el aire, para después posarse en una de las zonas habilitadas para ello.
-¡Abajo, abajo, abajo...! ¡Rampa fuera! ¡Abre ahí atrás, Eastwood! -ordenó Harrelson.
-Rampa abajo; sardinas fuera de la lata...
Los marines desplazaron los anclajes de sus asientos hacia arriba y descolgaron de sus emplazamientos sus fusiles de asalto y ametralladoras pesadas, y se apresuraron a desplegarse fuera del vehículo.
-¡Muy bien, nenas! ¡Por escuadras! ¡Grupo "Alpha" al acceso norte; grupo "Bravo" al acceso sur! ¡Cierra la rampa, Harrelson; ya estamos fuera! -ordenaba Krueger -. ¡Subimos a la cubierta superior y esperamos órdenes, ¿Entendido?!
-¡Movámonos como si tuviéramos lombrices, muchachos! -continuó Chávez.
Los únicos sonidos que se escuchaban en el hangar eran los taconazos de las botas de los soldados distribuyéndose a paso ligero hacia los dos accesos al piso superior. A veces, tanto silencio resulta ensordecedor...

domingo, 15 de abril de 2012

Regreso a casa (tercera parte)

-¡Señor, tenemos comunicación con La Tierra!
-¿Qué hay "Kirk"?
-El centro de mando nos manda los planos de la nave de Weyland.
-De vez en cuando las cosas se hacen como es debido... ¡Fabuloso! ¡Ahora sabremos como tratar ese trozo de hierro! Cárguelos y echemos un vistazo.
Mientras en el puente el teniente Gardner y el tripulante Kierkegaard observaban de cabo a rabo el holoesquema de los planos de la Paris, los chicos del 226, listos para comenzar a bailar, ya habían hecho las maletas. El suboficial de la nave se unía a ellos en la estancia.
-Sargento, no podremos anclarnos a ese carguero. Es más grande de lo que nos imaginábamos. Es un jodido trozo enorme de metal... -Gardner, Kierkegaard y el suboficial comenzaban a alucinar con el tamaño del pecio que iban a asaltar -. Harrelson e Eastwood tendrán que llevarlos en una cañonera de asalto; podrán entrar en esa pequeña bahía de carga que se encuentra en el vientre de la nave.
-¿Podremos abrirla desde nuestros terminales, señor? -preguntó Verheyden.
-En efecto, sargento. Junto con los esquemas técnicos de la Paris nos han enviado las claves de operación a distancia. O podríamos piratearla... -resolvió el androide.
-Pero si el problema de comunicaciones depende de sus ordenadores, existe la posibilidad de que nosotros tampoco podamos operar esas compuertas a distancia...
-Negativo, sargento. Los accesos a las naves cuentan con una consola autónoma de generador propio por si aparecen complicaciones. Si no, siempre nos quedaría la alternativa mecánica. Eso sí, alguien tendría que ponerse el traje de vacío y operar con herramientas el desbloqueo manual de la compuerta.
-No nos pongamos la venda tan pronto, caballeros. Vaya a ver si los hombres están listos, sargento -ordenó el teniente -. En unos instantes iniciaremos la maniobra de aproximación...
-¡Sí, señor!



El tiempo pasaba deprisa, pero todo estaba listo para cuando la USCM Achilles llegó al sector en el que se encontraba la CCV Paris. El sargento Verheyden se había desplazado a la sala de descanso de la tropa, donde le aguardaba el contingente del 226 para recibir las últimas instrucciones.
-¡Muy bien, nenas, quiero que esto vaya como la seda! Harrelson e Eastwood harán de taxistas. Se entra en las tripas de esa nave por una bahía de carga central en la parte inferior...
-¿Por debajo? ¡Mi especialidad, sargento! -fanfarroneó de nuevo Di Gregorio.
-¡Silencio, italiano! No tiene por qué suceder nada raro ahí dentro. Es posible que estemos montando todo este jaleo para nada, pero no quiero sorpresas ¿Entendido? Quizá están esperándonos con una banda de música en su hangar y nos han preparado la merienda.
-¿Tenemos los planos, sargento? -preguntó Krueger.
-Desde luego, soldado. Y no parece muy complicado. El hangar de carga central es como un campo de fútbol donde se apilan contenedores, robots elevadores y otro equipo pesado. Hay escaleras de emergencia que comunican con la cubierta superior, aunque creo que los dos ascensores-montacargas es lo que suelen usar para subir y bajar.
-Y arriba las suites, ¿No?
-Dos laboratorios pequeños, zona de hipersueño, habitaciones de servicio, botiquín, comedor, cabina... Una perita en dulce en el aspecto táctico si hubiera que realizar una entrada a lo bestia.
Mientras, en el puente, el teniente Gardner se preguntaba qué función tenía la sala de popa de la cubierta superior.
-¿Qué cojones guardan aquí? Es la única sala que no figura especificada en los planos -se preguntaba el oficial al mando.
-He intentado acceder a la base de datos de la compañía, pero cada vez que intento preguntar al ordenador el propósito de esa sala me aparece una única descripción: "propósito genérico". No creo que haya que darle mayor importancia, señor.
-Cierto, "Kirk". Esa sala no parece la fuente de nuestro problema.
La alerta de proximidad comenzó a sonar en el ordenador.
-Hemos llegado, teniente.
-Eche el ancla, timonel -Gardner giró en redondo y dirigió sus pasos camino al muelle de servicio -. Kierkegaard, ordene a los hombres que se reúnan conmigo en la cubierta de desembarco.



El hangar de servicio era una amplia zona en el vientre de la fragata, con varias salidas al exterior de la nave. Dos compuertas dobles, selladas del vacío exterior, servían para que naves más pequeñas accedieran al interior de la gigantesca estructura, con objeto de aprovisionarla o en labores de desembarco.
Las cañoneras AD L4 eran poderosas naves de descenso que podían barrer la superficie de un área de combate con sus misiles tácticos de corto alcance. Además, contaban con la potencia de fuego descomunal de una ametralladora Vulcan, alojada en el morro, con puntería orientable con el movimiento del propio casco del artillero.
El plan era utilizar una de estas pequeñas naves de asalto y desembarco para acercar a las dos escuadras al carguero Paris, que como el Achilles, contaba con un acceso ventral al muelle de carga principal. Una vez posados en su interior, los chicos del 226 bajarían a tierra y recorrerían su interior por separado; una escuadra de proa a popa y otra en sentido contrario.
-Muy bien, marines. No tenemos todo el día. El sargento Verheyden ya les ha dicho cómo lo vamos a hacer. Y sabemos hacerlo. Harrelson pilota con Eastwood de artillero. Todos adentro y trabajando por escuadras: la  primera irá haca proa y la segunda hacia popa. Traten de comunicarse con la tripulación según desembarcan, y comuniquen cualquier novedad. Les seguiremos a través de las cámaras de sus cascos de combate. Es todo. ¡Muévanse! -Gardner era como un telegrama, pero nadie hizo preguntas.
-¡Muy bien, moved el culo y entrad ahí! ¡Quiero cenar en casa esta noche! -gritó Verheyden.
-¡Señor, sí señor! -aceptaron al unísono los marines.
-Comunicación constante por radio, y hacer saber cualquier cosa. ¡No asustéis a nadie, ¿Entendido?! Va por ti, Di Gregorio...
-No se preocupe, sargento. No voy a ir enseñando la chorra...
-Son civiles, marines, y lo mismo se mean encima cuando vean todo este despliegue militar. así que sed suaves como un adolescente echando su primer polvo...
Uno a uno, los soldados fueron entrando en el alojamiento de transporte de la cañonera y ciñéndose los enganches de transporte a sus mosquetones, para no "bailar" mucho durante el corto trayecto que separaba al Achilles del Paris.
-... Y todo esto sólo por una radio rota... ¿Seguro? -Rawlings era el único que parecía intranquilo.