martes, 1 de noviembre de 2011

Regreso a casa (segunda parte)

Con el oscuro infinito como telón de fondo colándose por los ventanales, Verheyden masticó su habitual habano a medio fumar y tomó una intensa bocanada de aire, y entonces comenzó a hablar.
-Muy bien, nenas, la cosa es muy sencilla, y os alegrará saber que viene con "regalo".
-¡Me gustan los regalos! -interrumpió Bukowski -. Sobre todo cuando son en forma de gratificación económica...
-¡Cállate, Bukowski! Hemos recibido una transmisión de La Tierra. Parece ser que a los jefazos de la compañía de terraformación se les ha perdido un carguero o algo así. El caso es ya que pasábamos por aquí, nos han pedido amablemente que comprobemos el estado de la nave, ya que no pueden contactar con ella y su baliza de localización la situa en unas coordenadas próximas.
-¿Qué transporta exactamente esa nave, sargento? -preguntó Cortesse.
-Eso, eso... Bien dicho, "fetuccini". No quiero entrar en una puta nave que no conozco, y que lleve una mierda nuclear jodida o algo así, contaminarme y que luego se me caiga la poll... -Chávez se venía arriba.
-¡No hay nada de eso, chicano! -aclaró Verheyden contundentemente -. Sólo herramienta pesada, material de laboratorio y personal científico y técnico en hibernación rumbo a una colonia Dios sabe dónde.
-Entonces es seguro que nos pagarán, ¿No? Será una compañía solvente... -preguntó Krueger.
-Weyland-Yutani, "Kru"... Ya sabes, los de "Construyendo mundos mejores". Los Marines Coloniales no se meterían en trabajitos privados si no asumieran que todo está bajo control. Ya sabes que estos tíos tienen contactos a muy altos niveles, así que toca mover el culo y hacer lo que se nos diga sin rechistar. Esos hijos de puta se encargan de fabricar estas naves, las armas que llevamos, las bombas con las que hacemos reventar a nuestros enemigos y hasta las gomas que se usan en las casas de putas...
-¡Sargento, qué lenguaje...! -ironizó Chávez.
-¿Y los demás? Están durmiendo...
-Tranquilo, Rawlings, Kierkegaard los está levantando para que se unan a la fiesta. Si a ti también acabaran de meterte en el sobre y arroparte, te pondría de mala leche que te despertaran de golpe de un hipersueño inducido.
-¡Deja el trabajo sucio para el androide, novato! -bromeó Cortesse -. Además, los de la Weyland-Yutani también fabricaron a Kierkegaard...


Súbitamente las puertas de la estancia se abrieron, y un oficial de unos treinta y pico, metro ochenta e impoluto aspecto académico, interrumpió la charla - ¡Firmes! -ordenó Verheyden, al tiempo que el teniente Gardner examinó de un fulgurante vistazo su alrededor. Todos se pusieron en pie.
-Descansen -le seguía, frotándose los ojos y estirándose perezosamente, el grupo que completaba el pelotón a bordo del Achilles. Foreman, Di Gregorio, Aaronson, Eastwood y Harrelson. Junto a ellos, un androide de la serie 341 que actuaba como oficial ejecutivo asignado abordo de la nave al Cuerpo de Marines por la compañía.
-Bien, sargento, ¿Qué tenemos?
-Una llamada de La Tierra, señor. Parece que quieren que echemos un vistazo a una nave a la deriva en el sector 7.29. Sólo nos supone desviarnos un día de la ruta de regreso a casa, y en cambio ellos tardarían algo más en enviar una nave de rescate. La Weyland-Yutani es la propietaria de la nave, y parece ser que a bordo hay cierto material de valor con rumbo a una colonia del borde exterior. Han perdido contacto por radio con ellos hace un par de horas.
-Joder... ¿Todo este follón por una radio rota? ¿Qué pasa no revisan sus equipos antes de hacer las maletas? Siempre hay un marine cerca para fregarles un retrete o para recogerles la ropa de la lavandería...
-Y no olvide lo de echarle un polvo a sus mujeres, teniente.
-¡Di Gregorio! ¡Cierra ese agujero que tienes debajo de la nariz, o te daré una patada tan fuerte en el culo que te tendrán que sacar la bota con cirujía! -Di Gregorio era el arquetipo de italo-americano de Brooklyn, con más labia que buen aspecto y de curriculum amatorio bastante cargado.
Todos se rieron a carcajadas, mientras Di Gregorio y Foreman chocaban sus manos como lo hubieran hecho dos jugadores de la NBA tras un espectacular mate.
-¡Eso es, hermano, a por ellas! -gritaba Foreman.
-¡Ya podéis cambiaros de braguitas, nenas, porque esta noche Zach Di Gregorio va a salir a repartir amor por toda la ciudad! -el italiano se contoneaba por la sala mientras fanfarroneaba, pero los demás ya habían dejado de reírse tras echarle otro vistazo a la cara del teniente Gardner.
-¿Ha terminado, cabo? -dijo el oficial al mando.
-Sí, señor. Lo siento, señor -se disculpó Di Gregorio, adivinando una bronca posterior y a puerta cerrada.
-Muy bien, caballeros. Vamos a trabajar, para variar. Kierkegaard, usted me acompañará al puente. Fijamos rumbo al sector 7.29. Sargento...
-Señor...
-Comunicaciones. Contacte con la base. Quiero los planos de esa nave. ¿Cómo se llama?
-Paris.
-¿París? ¿Como la ciudad?
-No: dijeron Paris, señor.
-Qué ironía...
-¿Por qué lo dice, teniente?
-¿No conoce la historia de la guerra de Troya, sargento? Paris derrotó a Aquiles, disparándole una flecha al único punto de su cuerpo considerado vulnerable... Su talón. Aquiles era considerado el héroe más grande de la antiguedad, pues de él se decía que los dioses lo habían sumergido en las aguas de la laguna Estigia, haciéndole casi inmortal. Pero al hacerlo, lo sujetaron únicamente por el talón, que quedó sin mojar por el agua milagrosa, y de ahí que se convirtiera en su único punto débil.
-Pues puedo asegurarle que nadie va a ponerle la mano encima a mi talón, porque antes le meteré un misil táctico por el culo, señor.
-Así se habla, sargento. Bien, pues movámonos. Cuanto antes terminemos, antes dormiremos. Dé las órdenes oportunas -el teniente y el humano sintético desaparecieron del comedor y enfilaron el largo pasillo hacia el puente de mando.
-¡Señor, sí, señor! Muy bien, nenas ¡Quitaros las legañas y comed deprisa! ¡En media hora os quiero listos para correr 10 kilómetros sobre brasas ardiendo con una vaca atada a la espalda! ¿Entendido? Aún tardaremos un rato en llegar, pero quiero las armas listas para un asalto táctico en dos escuadras de 4 hombres. Equipo "Alpha": Raw, Chávez, Cortesse y Bukowski; equipo "Bravo": Kru, Foreman, Di Gregorio y Aaronson.
Como los demás se sientan en el banquillo, ¡A preparar el material! Rifles M41 para tres fusileros, VP70's para todos, un M56 para cada equipo, algo de C4 para voladuras, y el que quiera, que se lleve la navaja suíza. Armaduras ligeras. Echamos un vistazo y nos largamos. No creo que tengamos nada que hacer aquí. Entrar y salir. Seguro que han intentado enchufar el microondas y el estéreo al mismo tiempo y les ha saltado el automático, así que no entréis ahí dándoles patadas a las puertas y asustando a nadie, ¿Entendido?
-¡Señor, sí, señor!
-¡No os oigo, maricas!
-¡Señor, sí, señor!
-¡Pues a comer, coño! A ver si sois capaces de no atragantaros... Me voy a preparar dos localizadores de movimiento y vuelvo en media hora para daros una palmadita en la espalda y sacaros los gases -el sargento Verheyden giró 180 grados y desapareció por el mismo pasillo por el que unos instantes antes lo había hecho el teniente Gardner.

viernes, 29 de julio de 2011

Regreso a casa (primera parte)

-Oye, Rawlings, ¿Tú alguna vez te lo has montado con una androide? -preguntó socarronamente el hispano del pelotón, que acusaba ligeramente la ingesta de alcohol. Todos se rieron a carcajadas.
-¿Y a ti qué coño te importa, Chávez? Te las das tan de macho, que creo que te lo has tenido que montar hasta con el lavaplatos... Si te presentaran a una camioneta con nombre de chica se la clavarías por el tubo de escape -. Resolvió con rapidez el nuevo recluta del 226.
-¡Punto para el nuevo, Chávez! ¡Jajajajajaja!
-¡Que te den, Cortesse!
El comedor de tropa estaba tan cargado de humo, que desde el pasillo de acceso apenas podían distinguirse las figuras sentadas alrededor de la mesa.
Suele suceder que, tras resolver una misión, los chicos de la USCM Achilles se pegan una buena comida (si se le puede llamar así a lo que reposa bajo el celofán de las bandejas de la cantina), regada con litros de cerveza sintética y ahumada con el alma de mil cigarrillos.
Los chicos del grupo táctico 226, dotación habitual de la USCM Achilles de los marines coloniales, se conocían desde mucho tiempo atrás, y habían servido juntos en multitud de misiones. No hacía aún dos horas que habían abandonado la órbita de una fría roca-prisión en el sistema Tau Ceti, tras sofocar un motín salvaje de los internos, y ya estaban de celebración.
"Llegamos, pateamos unos cuantos culos, y nos volvemos a casa silbando y cantando...", solía decir el sargento Verheyden. Eso era lo que hacían; y lo hacían bien.
-Oye, novato, ¿Y cuál es tu historia? Acabas de llegar, y esta es una unidad que respeta las tradiciones, así que tienes que contárnosla... -inquirió Chávez, un cabo primero de 1'70 natural de El Paso.
-¿Ya me respetas, cabo?
-¡Claro! No te mosquees chaval; sólo te ponía a prueba. Eres rápido con la lengua; espero que lo seas aún más con el nuevo rifle de pulsos M41 BS. Porque cada vez que se lía en alguna cloaca espacial, allá van los del 226...
-Mira, "Raw", no somos una unidad convencional. Pero eso ya lo sabes -continuó explicando la soldado de primera Bukowski -. La verdad es que Búsqueda y Rescate es una de las unidades de choque qué más se mueve desde que se inventaron los procesadores atmosféricos, y las corporaciones comenzaron a repartirse el universo en busca de todo tipo de nuevas fuentes de riqueza.
-¡Eso es! -ratificaron con atronadora voz los casi 2 metros de altura de Krueger, un peso pesado bastante decente de las categorías amateur de la liga de artes marciales mixtas de La Tierra -. Esos hijos de puta se enriquecen con las explotaciones, pero antes ya nos han enviado a nosotros para hacer la limpieza.
-Relájate, "Kru" -recomendó el hispano -. Anda, dale unos puñetazos a la pared... Que como le des otro a la mesa, vas a tirar las tazas de café (y es lo único bueno que hay aquí).
-Vengo de Iowa... -comenzó Rawlings.
-¡Coño, un vaquero! -interrumpió Chávez.
-Y por lo que veo tú eres el toro -devolvió el nuevo.
-¡Jajajajajajaja...! ¡Me gusta...! -Chávez fijó su mirada en un punto indefinido del horizonte y cerró parcialmente los ojos. Agitando sus manos en el aire, parecía un apóstol al que se le hubiera aparecido el mismísimo Dios -. Jesús "Toro" Chávez... Tío, me encanta. ¡Que todo el mundo me llame así a partir de ahora! ¿Me oís, capullos?
-Mis padres tienen una granja cerca de Sioux City. Es tranquilo. Me encanta ir a pescar y cabalgar por la zona siempre que puedo. Pero seamos sinceros: no hay nada más que hacer allí... Lo que fueron verdes parajes hace décadas, hoy son zonas áridas, con ríos contaminados... Por eso me largué. Por eso y porque quería alistarme; es la forma más rápida de poder acceder a los estudios superiores que no te puedes costear.
-¡Vaya, el vaquero quiere ser universitario! -dijo Chávez, al que interrumpió el sargento Verheyden.
-¡Muy bien, nenas! ¡Lamento interrumpir la charla y el banquete, pero tenemos trabajo!
-¡Joder, sargento... Siempre dándonos buenas noticias! ¿No se supone que volvíamos a casa?
-Aún no, chicano, aún no... Muy bien, marines, la cosa es muy sencilla, así que ya podéis sacaros el dedo del culo y abrir bien las orejas, porque no voy a repetirlo...

domingo, 1 de mayo de 2011

Espacio y tiempo (tercera parte)

Tomé tanto aire como pude; como si se fuera a acabar...
Ahora que disponía de más tiempo para ordenar mis ideas, me tomé unos segundos para volver a trazar un plan de actuación. Algo o alguien había desviado el rumbo de la ruta, y pretendía que el CARONTE se estrellara contra un cinturón de asteroides. “El porqué no importa ahora, pero el caso es que no estoy solo en este gigantesco pedazo de metal.” - Pensé – “Pero ¿Cómo se habrá colado algo o alguien a bordo sin que el ordenador se haya dado cuenta?”.
De pronto, tras de mi, una nueva sacudida de la nave, que parecía querer dirigirse por su cuenta en todas direcciones a la vez, hizo que mis huesos dieran en el suelo. Acompañando a un repentino acelerón de los impulsores, el nuevo mensaje de Alice por megafonía dejaba claro que el saboteador ya había pensado antes que yo en mi intervención para corregir el rumbo de colisión: “¡Joder!” - Exclamé en voz alta, como si alguien tuviera que girarse a mirarme – “Error, error... Corrección de ruta denegada. Clave de acceso de navegante anulada. Recalculando rumbo inicial... Impacto en T menos 15 minutos...” - Dejó claro la metálica e indolente voz.
Si unos segundos antes había pensado en coger un objeto contundente para recorrer la nave en busca de un posible responsable, ahora todo el miedo del universo conocido se volvía a apoderar de mi. Ya no cabía hacerse el macho, porque tendría pocos minutos para convertirme en la mente más fría y práctica de la galaxia si quería salvar la vida.


Solté lo que tenía en la mano, y retrocedí unos pasos hasta la exclusa del puente. Abrí la puerta desde el teclado numérico manual, para asegurarme de que ninguna otra puerta se desbloquease, y volví a entrar en la sala de navegación. Me giré y contemplé al fondo cómo Epsilon Eridani se hacía cada vez más nítida y majestuosa tras el cristal. Pero no había tiempo para tirar fotos o escribirle un poema al paisaje, así que me dirigí hacia el puesto del piloto, donde me solía sentar a disfrutar de un negro café la misma mañana que precedía a la llegada a La Tierra después de un largo viaje. Recogí lo indispensable para salir huyendo hacia el vehículo de escape. "Sin mirar atrás... Si miras atrás te pasa como en 'Viernes 13'... Te caes y llega el de la motosierra para trocearte y echarte al guiso..." - No eran ganas de bromear; era esquizofrenia con un toque de pasión por el gore teen de finales del siglo XX.
Atravesaba lo más rápido que podía el pasillo central, agarrando con fuerza las dos o tres únicas cosas necesarias en mi huída... El pad de control remoto para el traslado de mapas estelares, coordenadas de atraque y demás archivos de la consola de navegación, una botella de gas para cebar el sistema de respiración asistida y la foto de ella. No necesitaría víveres, porque el vehículo de emergencia me mantendría con vida en estásis...
Con cada zancada, la esperanza de que ninguna de las compuertas que había clausurado antes volviera a abrirse, y un poco más de distancia entre la vida y la muerte. El larguísimo pasillo tendría que acabarse alguna vez.
Prácticamente me abalancé sobre la escotilla de servicio. Si permanecía cerca de la nave un segundo más de lo necesario cuando el vehículo de emergencia fuera expulsado al exterior, la onda expansiva de una explosión segura acabaría conmigo. Tecleé mi clave de acceso y la ballesta de seguridad liberó el mecanismo de apertura. Presionando el inequívoco botón rojo, la trampilla se abrió, y me deslicé dentro del vehículo auxiliar sin prestar atención a dónde iba a aterrizar... Total, tenía tiempo de sobra...
No recuerdo bien cómo me golpeé ni contra qué, pero de pronto el mundo se derrumbó dentro de mi cabeza con un gran golpe de sonido metálico, y durante unos instantes permanecí inconsciente, aunque afortunadamente no fue lo suficiente como para quedarme sin segunda oportunidad. A medio metro de mi, el pad de control me esperaba en el suelo, y un par de metros más allá, la botella de cebado del sistema de respiración... “T menos 5 minutos. Abandonen la nave inmediatamente...” - Insistía Alice.
No me preocupé por el golpe o sus consecuencias, y me levanté lo más rápido que me permitió el penetrante dolor de cabeza. Tomé el pad y lo inserté en la consola de navegación, encendí todos los sistemas y aproveché la carga del software para recoger la botella del suelo e insertarla en el puerto de cebado del sistema de respiración. Accioné la palanca y la presión se reguló hasta marcar verde en el sistema de respiración asistida. En 30 segundos iniciaba la maniobra de desatraque.
Cerré la escotilla de acceso al módulo de escape. Pensaba en lo extraño que resultaba haber permanecido inconsciente unos cuantos minutos sin que el saboteador rematara la faena. ¿Acaso habría quedado encerrado en uno de los compartimentos que me había asegurado de clausurar antes de la huída? Extraña falta de previsión de alguien que había incluso previsto que yo tratara de reconducir la nave para no estrellarme.
“Bienvenido al ULISES 1. Por favor, teclee su clave de navegación...” - explicaba Alice – “Sistemas activos y listos para vuelo. Clave aceptada. Comprobando operatividad de los sistemas. Por favor, espere.” - Continuó – “Comprobación finalizada. Dispone de 1 minuto para alcanzar la distancia de seguridad.”.
¿Por qué quienes diseñan estos jodidos sistemas de eyección se empeñan en llenar todo el protocolo de claves? ¿Casi 4 minutos para toda la maniobra cuando tienes más prisa que una diarrea?
Ni siquiera presté atención a la pantalla que mostraba el progreso de los desenganches, o a la parsimoniosa locución computerizada del chequeo de sistemas, porque estaba demasiado ocupado intentando atarme al puesto de tripulante.
El dolor de cabeza era intenso y rojizas perlas de sangre iban tiñendo los hombros de mi uniforme de faena. Era una especie de mono de color hueso con el logotipo de la compañía bordado en la parte alta de la manga derecha y el lado izquierdo del pecho, encima de un bolsillo donde solía llevar una pequeña linterna de litio, un bolígrafo de vacío y un block. Tiene gracia que en pleno siglo XXII aún usemos bolígrafos y blocks de papel sintético cuando existen los holopads y los tablets hace más de 100 años.
Los segundos caían como campanadas que anunciaban un final que había que terminar de escribir.
Finalmente, recibí la esperada sacudida de los impulsores y comencé a experimentar la increíble aceleración de la ULISES recorriendo los raíles del sistema de escape. Era como ir a toda pastilla a través de una cañería, en cuyo extremo se encontraba la salida hacia la inmensidad.
Una sensación de estar flotando tras caer de un escalón sirvió de colofón al intenso acelerón, precediendo a un nuevo impulso de los motores. Alcanzaba una velocidad vertiginosa mientras presionaba el botón de la consola correspondiente a la vista de la cámara exterior trasera del vehículo. Frente a mi, en la pantalla, la imagen del increíble carguero alejándose por detrás, rumbo al desastre. Y tal y como lo iba perdiendo de vista, comenzaba a sentir de nuevo una sensación de alivio. El corazón volvió a latir con la normalidad del segundero de un reloj, y los pulmones se llenaron de aire hasta el máximo de su capacidad, pero con lentitud.
Tras la primera bocanada de oxígeno “enlatado”, me apresuré a recuperar mi atención sobre los controles de vuelo. Todo parecía en orden. El aire circulaba con normalidad a bordo y todos los sistemas marcaban “verde”. Ya tendría más tarde tiempo de pensar en todo este sabotaje; su responsable, su motivo, etc. Pero ahora tocaba asegurarse de que el ULISES no había sufrido la misma suerte que el CARONTE. Con un bote salvavidas pinchado, uno no llega a la orilla de la playa.
Una vez comprobado que todo progresaba con perfecto funcionamiento, sólo esperé un mensaje en pantalla, confirmándome el anunciado final del carguero contra el cinturón de asteroides. Pronto, la voz de Alice confirmó el desenlace: “Explosión detectada...”; y un compendio de datos sobre la localización del lugar del suceso, sobre el mapa estelar, apareció en una de las pantallas del sistema de navegación. Todo había acabado, así que lo siguiente sería pensar en descansar en la cámara de estásis de la pequeña nave.
Me encontraba repasando mentalmente una lista de preparativos antes de mi sueño espacial, cuando algo interrumpió el proceso mental... Un vistazo de pasada sobre el monitor de comunicaciones, me indicaba que había un videomensaje sin leer. Rápidamente pensé que sería una especie de “guía de supervivencia” puesta allí por la compañía para casos como éste. Pero la realidad volvió a golpearme en el pecho, para disipar las elucubraciones y cambiar la temperatura de mi cuerpo a 15 bajo cero en un segundo.
El remitente había enviado el comunicado desde el CARONTE al ULISES hacía sólo un par de días, mientras yo dormía. Del mismo modo, el videomail estaba programado para aparecer en la bandeja de entrada en ese preciso momento.
Reproduje el mensaje, presionando “ENTER” con mano temblorosa sobre la opción pertinente en pantalla, y en menos de un segundo me encontré sollozando como un niño al descubrir a mi interlocutor...



“HOLA, ALAN...
¿TE SORPRENDE VERTE HABLANDO CONTIGO MISMO? PUES NO DEBERÍA, YA QUE LLEVAS HACIÉNDOLO MÁS TIEMPO DEL QUE PUEDES RECORDAR.
ESO SÍ, ES LA PRIMERA VEZ QUE TE GRABAS. ¡PARA QUE QUEDE CONSTANCIA DE LO PIRADO QUE ESTÁS!
SI EN ESTE MOMENTO ESTÁS SENTADO FRENTE A TI MISMO, CON CARA DE GILIPOLLAS Y VIÉNDOTE EN EL MONITOR DE LA ULISES, ES QUE HAS HECHO LAS COSAS BIEN Y HAS SALVADO TU CULO DE MORIR APEDREADO EN MEDIO DEL COSMOS: ¡BIEN POR ALAN! ¡ESE ES MI CHICO!
TARDE O TEMPRANO TENÍA QUE PASAR ALGO COMO ESTO.
¿TE ACUERDAS DE TODA ESA GENTE CON LA QUE HAS VOLADO EN OTROS VIAJES? SHANE, CARMICHAEL, DI MARZIO... ¿CÓMO SE LLAMABA AQUELLA TÍA JAPONESA A LA QUE LE TIRASTE LOS TEJOS? MMM... ¡AH, SÍ: OSAWA! PUES TENGO MALAS NOTICIAS PARA TI: NINGUNO ERA REAL.
LLEVAS VIAJANDO SOLO POR EL ESPACIO DEMASIADO TIEMPO. HACE AÑOS QUE LAS TRIPULACIONES DE LOS CARGUEROS SE REDUJERON A UNO O DOS MIEMBROS, EN EL MEJOR DE LOS CASOS. YA TE LO DIJO ALGUIEN ALGUNA VEZ: EN LAS NAVES MILITARES ES DONDE ESTABA EL FUTURO; ¿POR QUÉ NO APARCASTE ESTE MONO Y TE PUSISTE UN UNIFORME?
COMENZASTE INVENTANDO AMIGOS IMAGINARIOS CON LOS QUE CRUZAR EL OCÉANO DE LAS ESTRELLAS. AQUELLAS VIDAS QUE TE HUBIERA GUSTADO QUE FUERAN REALES Y QUE ALGUIEN COMPARTIERA CONTIGO. PERO SUPONGO QUE TODAS LAS PSICOSIS TIENEN SUS GRADOS ÁLGIDOS Y TÚ ESTÁS PARA QUE TE ATEN...
¡AH... Y SI EN ESTE MOMENTO TE ESTÁS PREGUNTANDO CÓMO DEMONIOS PASABAS LOS EXÁMENES PSIQUIÁTRICOS DE LA COMISIÓN MUNDIAL DE VUELO TRAS CADA VIAJE, TE LO CONTARÉ!: YO ERA EL QUE IBA POR TI, Y DEBO DECIR QUE SIEMPRE SACABA LAS MEJORES EVALUACIONES...
TENGO QUE DEJARTE. DEBO IRME A DORMIR PARA QUE TÚ TE LEVANTES, ¡Y HAY UN VUELO QUE SABOTEAR! RECUERDA QUE CUANDO TÚ DUERMES, YO ME DESPIERTO, Y QUE CUANDO YO ABRAZO A MORFEO, TE TOCA TRABAJAR A TI.
¡CASI SE ME OLVIDABA! NO PIENSES EN INTENTAR AGUANTAR DESPIERTO PARA EVITAR QUE YO ME DÉ UNA VUELTECITA POR TU NAVE: SON 65 DÍAS HASTA LA TIERRA...”


EPÍLOGO

- ¿El Dr. Álvarez?
- Sí.
- Me llamo Stasera, cabo primero Giulio Stasera. Me dijeron que estaría usted aquí, con el paciente... Alan Conway. Me han asignado a usted como oficial médico de apoyo.
- Bienvenido, Giulio. Me alegro de que por fin me hayan enviado la ayuda que solicité hace meses.
- Gracias, señor.
- No espere de este servicio nada emocionante, cabo; aunque si le gusta la psiquiatría, encontrará algunos interesantes retos con los que hacer carrera médica aquí. Luego le pondré al día de la rutina y le diré lo que espero de usted mientras no se aburra mucho y siga prestando servicio en esta estación espacial... ¡Ah, y llámame Anthony! Bueno, siempre que no estemos en compañía de otros oficiales.
- Así lo haré señor... ¿Y este interno? ¿Alguno de esos retos que tiene para mi, quizá?
- ¡Ya lo creo, amigo mío! Estamos probablemente ante uno de los más originales y creativos casos de demencia espacial que tenemos aquí. ¡Un auténtico tesoro!
Lo recogió un acorazado de la patrulla fronteriza en el borde exterior, al interceptar su pequeña nave de emergencia.
Se encontraba bajo los efectos de un coma inducido. Él mismo se había administrado una sustancia del botiquín para quedar en ese estado. Cuando lo devolvimos a la consciencia nos suplicó que lo volviéramos a dejar dormir... Dijo algo así como: “¡Sólo quiero dormir entre las estrellas...!”
Luego te contaré los detalles de su alucinante historia con una taza de café. El de aquí no es muy bueno, ¡Pero al menos ayuda a mantenerse despierto!