martes, 10 de diciembre de 2013

Dead end: stop


-¿Por qué te pegas esos rapados de cabeza?...
-Mira tú que los huevos...
-¿Tú sabías que el 80% del calor corporal se escapa por la cabeza? Al menos podrías ponerte un gorrito o algo... Se te va a helar el culo en esta azotea.
-¿Seguimos con la clase de anatomía o quizá has venido a disparar?
-Vale, vale... Al menos explícame por qué todos te llaman "Rocket"... ¿No tienes nombre o en una vida anterior eras un perro?
-Es el mote que me pusieron en el ejército, nada más entrar en la unidad de francotiradores. No llevaba ni un mes allí, y ya había conseguido batir varias marcas del jefe de la unidad... Apuntaba y disparaba y en menos de dos segundos... Otro blanco; ya sabes, una bala, una baja...
-Seguro que le caías de puta madre a tu jefe...
-Algunos os pensáis que por el hecho de destacar en algo, los demás ya tenemos que caerle mal a alguien... Mira, Gus, yo ya llevaba disparándole a conejos, jabalíes y ciervos toda la vida, así que llevaba un poco de ventaja, ¿No te parece?
-Vaya... Todo un héroe: "Rocket"... ¡El hombre-misil!... Tan rápido y letal, ¿Eh?
En lo alto del edificio de administración de la estación de paso número 23, pese a no ser demasiado alto, corría un aire frío y siempre incómodo, como en la más alta de las cumbres. En aquellas circunstancias, un obstáculo más a tener en cuenta si se trataba de hacer puntería sobre un objetivo móvil... Más para un novato.
-Bueno... Vamos a ver qué has aprendido... -dijo el ex-soldado.
-¿Vosotros también le poníais nombre a vuestra arma o eso sólo pasa en las películas? -preguntó el joven mecánico reconvertido en recluta.
-Tú lo has dicho: sólo en las pelis... Dos cosas; mantén el rifle seco y no lo golpees. Poco más. Desde que se inventaron los sistemas de autocompensación y se usan materiales polímeros en vez de metales para los armazones, hasta los capullos como tú pueden acabar haciendo blanco en poco tiempo, con poca instrucción y, si me apuras, incluso apuntando en dirección contraria... -explicó resumidamente el instructor.
-A ver qué se ve desde aquí... -Gus Ramírez se acercó la mira a la cara -. Mmm... ¡Joder... Se ve de la ostia a través de esta mira!... ¡Coño! -el hispano dio un respingo y cayó sobre sus posaderas, asiendo fuertemente el rifle contra su pecho.
-Jajajajajaja... -"Rocket" se rio de forma estrepitosa, golpeando su pierna con una mano y flexionando el tronco -. Qué... Se ven más grandes con la lente de aumento, ¿Eh? ¡Parece que estén aquí mismo...!
-¡Su puta madre! ¡Me estaba mirando!
-¿Qué te crees? ¿Que te veía desde allí? Vamos, no me jodas... Antes de empezar, mira un par de cosas...
"Rocket" tomó una tuerca grande que había junto a su bota, echó un vistazo a las inmediaciones del edificio y apuntó a unos setenta metros, a un grupo de contenedores metálicos de residuos.
El pequeño proyectil voló por los aires e impactó un par de segundos más tarde contra la superficie de los objetivos con un sonoro "¡Clank!"...
Aquella criatura, vago recuerdo de lo que una vez fue un ser humano, avanzaba sin rumbo de un lado a otro de aquel cruce de cuatro calles, como si estuviera decidiendo a dónde ir, arrastrando los pies. Sus delgadísimos miembros huesudos aún conservaban casi toda la musculatura, no sin algún desgarro, aunque con una textura acartonada y de aspecto grisáceo... Sus ropas estaban medio destrozadas y sucias, y su mirada se perdía en la nada, tratando de buscarle explicación a Dios sabe qué...
Tan pronto como se produjo el impacto contra los contenedores, el no-muerto se giró, y decidió que debía tomar como rumbo el punto de origen del sonido del golpe de la tuerca contra la chapa.
-Lección uno, Gus: nada de ruidos; les encantan y les atraen. Los cabrones tienen el oído fino. Dame el rifle... -"Rocket" apuntó, retirando el seguro del arma con el dedo gordo, mientras desplazaba el índice dentro del alojamiento del gatillo y guiñaba el ojo izquierdo -. Ahora lo ves, ahora no lo ves...
La bala impactó contra la cabeza del no-muerto, que se desplomó como un fardo...
-¡Uno-cero! ¡Toma!
-Tampoco es como para hacer una fiesta, chaval. Piensa que antes era una persona... Anda, toma -le extendió el arma -. Ahora tú.


-¿Dónde?
-Mira... ¿Ves aquella señal de allí? La de "STOP"... En la rampa de servicio...
-Sí.
-Quiero que le des al centro de la "O".
-¿Estás de coña?
-Venga, joder, si el rifle hace prácticamente todo solo... Sólo tienes que tener en cuenta un par de cosas: la distancia y si hace aire. Cuando dispares, llena de aire tus pulmones sólo hasta la mitad de su capacidad, y aguanta ahí... Luego, no tires del disparador de golpe, si no progresivamente: es el disparo el que debe prácticamente sorprenderte a ti.
-Comprendo...
-Existen otras cuestiones a tener en cuenta, como el efecto Coriolis, pero en teoría sólo deberías tenerlo en cuenta a partir de disparos a cinco kilómetros de distancia, y no es el caso. Eso sí, la fuerza de la gravedad tira de la bala para abajo, así que compensa apuntando un poco más alto si estás a mucha distancia, y lateralmente para compensar la fuerza del viento... En principio no deberías tener problema, porque al apuntar por este visor, toda esa información ya aparece en el HUD de su interior...
Gus borró su sonrisa de la cara, y súbitamente comenzó a sentir algo parecido a la admiración por aquel soldado de élite al que sólo conocía como "Rocket". Sabía que probablemente algo de lo que acababa de escuchar podría salvarle la vida algún día, o salvársela a alguien más.
-Las indicaciones que te he dado son como para disparar con un arma convencional, pero el M330 es como un puto electrodoméstico para la guerra, chico... Lo pones en automático y ¡A bailar! Dale... -"Rocket" señaló a la diana y Gus abrió fuego a los diez segundos, y tras seguir escrupulosamente todos los pasos... "¡Bang!".
-¡Coño, le he dado! ¡Le he dado!
-Bravo, hermano... Mañana le darás a la "O"; hoy ya le has dado al menos a la chapa...

lunes, 16 de septiembre de 2013

Regreso a casa (séptima parte)

Una vez hubieron terminado la ronda por la proa del pecio, los chicos de la escuadrilla "Alpha", que de nuevo había reunido a Chávez, Rawlings, Cortesse y Bukowski en un solo grupo, decidían con el mando de la USCM Achilles los siguientes movimientos.
Ajenos por completo a lo que les había sucedido a sus compañeros en los compartimentos de la parte de atrás de la nave, los chicos del 226º Escuadrón Táctico del Cuerpo de Marines Coloniales, trataban de organizarse. Mirando en todas direcciones, los fusiles en alto, dando en círculos pequeños y nerviosos pasos sin dirección, se hallaban en la cabina de control, una especie de pequeño anfiteatro semicircular a dos niveles de altura.
Contaba con 6 puestos: 2 en la parte de abajo, frente a los amplios ventanales dispuestos en forma de media circunferencia, que ofrecían la siempre espectacular vista del espacio profundo y abierto en un balcón al infinito; y otros 4 en la parte superior del piso. Abajo, piloto y copiloto se encargaban de las maniobras básicas; arriba, dos asistentes-navegantes se ocupaban de los cálculos complejos y maniobras de aproximación, meteorología y apoyo y dos operadores de comunicaciones y logística del resto de tareas de vuelo. Se trataba de un habitáculo no excesivamente amplio, pero que cumplía sobradamente con su propósito práctico (sobre todo si se piensa que la mayor parte de estos viajes se reduce a dos maniobras: un despegue y un aterrizaje). Durante el resto del viaje, la computadora de la nave se encarga de mantener el rumbo en piloto automático.
Rawlings apoyó los dedos índice y corazón de su mano derecha sobre el auricular de su casco, y comenzó a hablar con el puesto de mando de la Achilles… -¿Qué cojones ha pasado ahí atrás, teniente…? - inquirió nerviosamente.
-Tranquilas, nenas… -respondió el sargento Verheyden -. El mismo problema de comunicaciones que afectó a los pasajeros de la nave, pudo afectar a nuestros muchachos. A lo mejor no es un problema de la radio, si no del aislamiento térmico y acústico del revestimiento de la parte trasera de la Paris. Quizá en esos bloques de carga de popa guardan algo importante, y un blindaje de seguridad impide que las ondas de radio se propaguen al exterior y…
-¡Y una mierda, sargento…! ¿Y entonces lo que hemos visto en la terminal sobre los localizadores de vida? ¡Propongo que vayamos allí cagando leches! ¡Esta gente está muerta!, ¿Me oye? ¡Muerta! ¡Y a saber en qué fregado están metidos los chicos! -dijo a gritos Bukowski entre afirmaciones y movimientos de cabeza del resto de sus compañeros -. ¡Y nosotros mientras paseando a Miss Daisy! ¡Ya deberíamos haber dejado de dar vueltas por aquí hace rato y haber salido cagando leches hacia popa... "Señor"! ¡Debió avisarnos cuando dejó de recibir en los monitores imágenes de las cámaras de sus cascos!


















-¡Acate las órdenes, soldado! -se impuso el teniente Gardner -. La cosa va a ir suave, como con vaselina, ¿Me ha oído, hijo? ¡Y todo lo que a usted se le esté pasando por la cabeza, a mi ya se me ha ocurrido antes! ¿Entendido? ¿O qué cojones pretendía? ¿Que mientras ustedes salían a toda leche en plan Indiana Jones, alguien esperara a que se dieran la vuelta sin asegurar la zona para clavársela por el culo…? ¡Mira, mocoso, no me jodas, o te meteré un paquete que te tirarás fregando letrinas hasta que jubilen a Kierkegaard! ¡Ahora podríamos tener a los dos equipos comprometidos en vez de uno!
-¡Oiga, no me joda… Usted no está aquí abajo, y…! -se enfureció Cortesse.
-¡Silencio; es una orden! -, atajó el teniente desde la distancia. El pelotón guardó silencio y escuchó -. ¡El sargento tiene razón! ¡Si no hubieran asegurado primero la proa, ahora podría no haber ningún equipo de rescate para "Bravo"!... Así que, ¡Cállense de una puta vez! Muy bien... ¡Han registrado todos los compartimentos de proa y no han encontrado nada! ¡La zona está asegurada, así que quiero que usen una terminal para sellar todas esas habitaciones! ¿Entendido? -Chávez apoyó su rifle sobre el costado de un puesto de navegante, se sentó en el ordenador y comenzó a realizar las operaciones necesarias para el sellado de todas las habitaciones, y así ahorrar tiempo, mientras Gardner seguía hablando -. Van a avanzar a toda leche de regreso al hangar. Kierkegaard ya se ha comunicado por línea interna con la unidad "Wasp 1", y están esperándoles con los motores en marcha por si hay que salir a la puta carrera… Tomarán el segundo ascensor y subirán a reunirse con la unidad "Bravo" e investigarán lo sucedido ahí atrás. ¿Me he explicado con claridad, marines?
-¡Señor, sí, señor! -gritaron.
-¡Muévanse! -concluyó el oficial.
-¡A cal y canto! ¡Vámonos, cabrones! -ordenó el cabo hispano golpeando con el puño cerrado el hombro de Rawlings, tan pronto como terminó de operar el terminal, se puso en pie de nuevo y recogió su arma.
-¡Woa! -celebraron todos.
La puerta octogonal doble de la sala de control se abrió, y los marines salieron al trote por el pasillo.
A cada uno le invadían distintos fragmentos de pensamientos mientras recorrían el vientre de aquel gran pedazo de metal. Aquel placentero viaje de regreso a casa, aderezado con unas cervezas, tras una comida decente, una ducha caliente y en medio de una conversación, no muy brillante, pero lo suficientemente divertida, se había truncado, a saber aún por qué...
Llegaron a la bifurcación, y de nuevo se separaron de dos en dos, formando los mismos equipos que cuando habían registrado el lugar, al principio de su misión.
-¡"Raw" conmigo por la izquierda! ¡Vosotros por vuestro pasillo! -dijo Chávez.
Volvieron a unirse frente al ascensor, que les aguardaba donde lo habían dejado.
Presionando el gran botón amarillo en forma de seta junto a la puerta doble de acero, Chávez miró a todos.
-Entrad ahí, señoritas… Vamos a por ellos. -el discurso del mexicano ahora era mucho más pausado y comprometido.
Chávez se quedó a un costado de la puerta, esperando a que todos sus compañeros entraran en el habitáculo del ascensor, y entonces cerró la marcha.
Mientras tanto, en el hangar, Harrelson ya había realizado todo el chequeo de la AD L4, cuyos motores en espera zumbaban con un silbido de fondo de los postquemadores. Eastwood no estaba en cabina; había descendido por la rampa posterior de la cañonera con un rifle de asalto en la mano, aunque no vestía la habitual armadura ligera de intervención, si no el mono de vuelo y el casco reglamentario, con las gafas subidas.
El ascensor completó el descenso y los miembros del pelotón "Alpha" salieron escupidos de su interior en fila, encabezados por Chávez. Los cuatro recorrieron a la carrera el hangar, y al llegar a la altura de la nave que les había llevado hasta allí, recibieron el apoyo de Eastwood, que se unió a ellos como en una carrera olímpica de relevos…
-Bien… Vamos allá… -dijo Eastwood.
-¿El ascensor del sector de popa? -preguntó Chávez, mientras no dejaban de correr.
-Abajo y bloqueado, esperándonos… Por lo que sea tiene algún tipo de mecanismo de retorno, que hace que descienda a este nivel una vez utilizado. Lo he comprobado antes, cuando "Bravo" ha subido ahí -. Explicó el copiloto.
-Roger… Subimos; te quedas arriba bloqueando la puerta. No podemos permitirnos que ese sistema nos deje sin ascensor si hay que salir por patas, ¿Entendido? -pidió Chávez.
-Ya lo había pensado… He dejado algo que hará de cuña para sujetar la puerta cuando subamos.
-Bien…
Entraron en el ascensor y comenzó el ascenso.
-Bien, chicos. Lo quiero caliente y húmedo… Caliente y húmedo, ¿Entendido? -explicó Chávez -. Y no quiero chapuzas. Son los nuestros los que están ahí arriba… Si hay que dispararle a algo, que sea con ráfagas cortas. No uséis el lanzagranadas si no es necesario y ojo a dónde apuntamos, porque no tenemos ni puta idea de dónde nos estamos metiendo y podemos estar rodeados de tanques de combustible o alguna mierda nuclear… Y lo mandamos todo a tomar por culo con una sola bala…
-¿Y entonces…? -interrumpió Cortesse.
-¿Y entonces qué de qué, "fetuccini"? ¡Joder!, ¡Que no quiero morir sin echarle antes otro casquete a tu madre, hombre! -Chávez volvía por sus fueros -. Atentos, maricas. Esto va en serio. "East" nos guarda el culo con el ascensor bien calentito, y nosotros a la puta carrera y apuntando al frente, de dos en dos como cuando hemos revisado la proa. Se supone que el pasillo se bifurca como el de proa; ya lo vimos en los planos de Kierkegaard en la Achilles.
Lo cierto es que, llegados momentos tensos, Chávez no era un mal jefe, si no más bien todo lo contrario: sabía ganarse a su gente, y era bastante organizado. Si se lo planteaba, podía conseguir ser un buen suboficial, improvisar si era necesario, y dar lo mejor de sí mismo el 100% de las ocasiones.
-Coño, tíos… Esto no me gusta una mierda… -insinuó la fémina del grupo.
-Vamos, nena, que no se diga que tus ovarios cuentan menos que mis cojones… -intentó tranquilizar Cortesse; y las puertas del ascensor se abrieron con su orquestado y parsimonioso protocolo.
El silencio sepulcral y estanco del elevador se rompió con el sonido de la sirena que había activado el equipo "Bravo" al desbloquear la puerta del almacén de popa.
-Esa no creo que sea la orquesta a la que se refería el sargento en la nave antes… ¡Una puta sirena! -advirtió Bukowski.
El aire tenía también un olor extraño.





Los marines avanzaron con mayor ligereza por los pasillos en los que se dividía aquella "espina dorsal" trasera de la nave, tal y como les había indicado el jefe de escuadra. Tomando el camino de la izquierda, inexplorado antes por el desaparecido equipo "Bravo", Chávez y Rawlings, y el de la derecha Bukowski y Cortesse.
Antes de perderse de vista entre ellos al separarse, se echaron un último vistazo, y dirigieron una mirada a Eastwood, albacea de su retaguardia.
-Chicos… Mantened la radio en todo momento abierta e informad de cualquier cosa. En la Achilles no nos escuchan, pero el alcance de nuestros transmisores creo que si será suficiente para que, al menos, podamos escucharnos entre nosotros. No os hagáis los héroes. Volvamos a casa andando y no en una bolsa de plástico -recordó Chávez -. Yo llevo el detector de movimiento; si veo algo os lo haré saber, ¿De acuerdo?
-Estamos en tus manos, chico. Espero que las bajas sólo sean las de la tripulación y aún encontremos a los nuestros… -dijo Cortesse.
-Y recordad: ráfagas cortas; nada de granadas. Despacito y ni siquiera os asoméis a los compartimentos: sellar desde fuera cada puerta por la que paséis con los mecanismos manuales contra incendios. Abrís los paneles señalizados en negro y amarillo que hay junto a las puertas y tiráis hacia abajo de las palancas; eso bloqueará las puertas y nos evitará sorpresas. Además, si los chicos están por ahí atrás los veremos enseguida, o al menos sus señales de lucha…
La respiración se aceleraba, así como los latidos de aquellos cinco corazones. Eastwood no dejaba de apuntar al frente, alternando la vista a la derecha y la izquierda cada cierto tiempo, mientras susurraba algún tipo de oración para sí mismo. Había utilizado un cajón de suministros para hacer de tope entre las puertas metálicas del elevador, y así impedir que se cerrara, y aguantaba estoicamente su posición mordisqueándose el labio de abajo.
Rawlings iba al frente de su dupla, cubriendo a Chávez mientras éste iba accionando las palancas de cierre manual contra incendios de tantas salas por las que iban pasando, básicamente pequeños almacenes y laboratorios auxiliares; lo propio hacía Bukowski con Cortesse por el pasillo del otro ala. Coreografía espartana de zancadas, parada, apertura de panel y bajada de la palanca. Y vuelta a empezar…
-¿"Buk"… "fetuccini"…? ¿Cómo vais? -se interesó Chávez.
-Veo el final del pasillo. A este lado sólo había un par de salas muy grandes: un comedor con cocina y laboratorios. Estaban conectadas una con otra por dentro, y todo parece indicar que ha habido actividad hostil en el interior... Está todo desordenado. Ahora están cerradas. Al otro costado sólo salas de almacenaje -respondió Cortesse, pese a algunas interferencias de la radio.
-En nuestro lado había más trabajo, pero no importa… Bien, muchachos. Ha llegado el momento de la verdad. Giramos la esquina y avanzamos hacia la maldita sala. Atentos… Sigo sin señales en el detector de movimiento… -informó Chávez.
Ambos equipos giraron la esquina de sus respectivas bifurcaciones y volvieron a verse las caras. Tan sólo tuvieron que recorrer unos pocos metros para encontrarse frente a la gran puerta de la sala, y para entonces, aquel extraño olor que el aire les había revelado desde que desembarcaran del ascensor, se había intensificado considerablemente.
Aquella mezcla entre cenizas de algo recién quemado, alcohol, almizcle, muerte y putrefacción era difícilmente soportable, y fácilmente provocaba la náusea.
-¿A qué coño huele aquí? -dijo Cortesse llevándose una mano a la cara para taparse la nariz -. Voy a echar la papilla…
-¡Bengalas, ya! -indicó Chávez.
Una tras otra, las luces blancas de los primeros fogonazos, dieron paso a las más tenues y constantes, algo menos intensas, de los rojos posteriores de más o menos media docena de bengalas. La gran sala de almacenaje cobró más color, más luz y más intensidad.
La muerte se reveló, por fin, tan verdadera y expectante como desde el principio de los tiempos.
-Dios del cielo… -Cortesse no dabe crédito mientras se santiguaba. Rápidamente alzó el fusil, girando sobre sí a la búsqueda de un blanco.
-¡Santa María, madre de Dios! -Chávez hizo lo propio.
-Pues como yo soy atea digo… ¡Que se jodaaaaan! -Bukowski levantó el arnés de la smartgun y se ajustó la mira del ojo a visión nocturna y comenzó a disparar a las paredes… Aunque no le sirvió de nada, porque aparentemente allí no había nada a lo que apuntarle... O al menos nada "visible".
Los cadáveres desmembrados de sus compañeros yacían por pedazos, como un macabro puzzle, por doquiera que mirasen, junto a los de lo que parecían los miembros de la tripulación.
Los pedazos de los cuerpos muertos se asemejaban a los tétricos aderezos de una sopa de muerte, cocinada a base de sangre y vísceras... Y la luz roja de las bengalas sólo podía contribuir a que el rojo intenso de la sangre pareciera más fresco.
Las paredes estaban cubiertas por una especie de sustancia resinosa secretada por algún organismo vivo desconocido, que había convertido aquel habitáculo en un cálido hogar.
Aquella sustancia lo recubría todo, hasta el punto que parecía que los marines se habían metido en el vientre de alguna criatura de mayor tamaño, y trataban de reventarla a balazos desde su propio interior, como Jonás en el estómago de la ballena.
Bukowski giró un par de veces disparando en círculos hacia lo alto, sin un blanco concreto, y gritando como nadie la había escuchado gritar jamás, al menos entre sus compañeros del escuadrón, hasta que un grito aún mayor, y mucho más agudo, entre el bramido de un elefante y el chirrido de una cuchilla contra una placa de cristal, sirvió de prólogo para su horrible muerte. Una criatura de unos dos metros de estatura cayó desde lo alto a su espalda, sujetándola con fuerza por los hombros y levantándola como si apenas pesara cinco kilos. Acto seguido, aquel guerrero de la oscuridad abrió unas enormes fauces longitudinales y dejó salir de su interior una especie de larga extremidad, en cuyo extremo aparecía una afilada boca compuesta por dos hileras de brillantes dientes, que en la oscuridad lucían con increíble claridad, como si estuvieran hechos de platino... En menos de un segundo, ese "latigazo" la atravesó el pecho, al tiempo que ella soltaba un estremecedor alarido.
Sabiéndola muerta, sus compañeros se giraron a un tiempo y apuntaron a ambos...
-¡Fríelooooo...! -profirió sin piedad Cortesse. Y las balas de munición explosiva comenzaron a salir de sus fusiles M41 como una lluvia letal hacia el xenomorfo, que en unos segundos ya era historia...
-¿Dónde están? ¿Dónde están? -preguntó Rawlings.
-¡Qué más da! ¡Vámonos de aquí! -se desesperó Chávez zarandeando al novato.
Se giraron para enfilar el pasillo en dirección al ascensor, donde Eastwood protegía la huída, y en ese momento, algo húmedo y ácido bañó de lleno el rostro y el brazo derecho del que más próximo se encontraba a la pared de la derecha: Cortesse. El desgarrador grito taladró los oídos de todos.
-¡Aaaaagh...! -la carne de su rostro y su brazo se quemaban en décimas de segundo con intensidad, y el intenso castigo le hizo caer de rodillas y desmayarse por la intensidad del dolor. Había dejado caer su arma y se había llevado la otra mano a la cara. Ahora yacía inconsciente, en postura fetal, en el suelo.
-¡A la derecha "Raw"! -indicó el chicano.
Rawlings cargó una granada explosiva en el rail inferior de su fusil de asalto, apuntó y disparó entre dos contenedores de almacenamiento, desde donde el misterioso atacante había dejado fuera de combate a su compañero y ya había iniciado carrera para abalanzarse sobre ellos.
-¡Nooooo! -Chávez estiró el brazo tratando de desviar el cañón del arma, pero no logró frenar a Rawlings.
El impacto de la granada de fragmentación dio de lleno contra su blanco, que reventó en mil pedazos convirtiendo al guerrero invencible en una lluvia de ácido y muerte, que también impregnó al mexicano.
Tendido en el suelo y revolcándose cubierto por aquella sustancia pegajosa y ácida, Chávez se quemaba como si lo cubriera lava de un volcán. Sus gritos también parecían de todo menos humanos. Rawlings estaba sólo. O al menos, si sus compañeros estaban malheridos por el ácido, no podría contar con ellos para lo que se avecinaba...


-Joder... Joder... ¡Jodeeeeer! -miró alrededor, pero no quedaba nada de la batalla. Y entonces escuchó el grito... Diez veces más intenso, diez veces más feroz, diez veces más alto que el de aquel guerrero que había segado la vida de Bukowski.
Sus brazos eran largos, y sus manos enormes. Y de dos zarpazos aparto sendos contenedores como si fueran cajas de cartón, que fueron a estrellarse contra las paredes laterales. El soldado se mantuvo firme, pero comenzó a notar cómo la sangre se le hacía más densa en las venas. Al fondo de la sala, majestuosa, aparecía la criatura, al menos cuatro veces más grande que las criaturas-guerrero.
El teatro de fondo para aquel duelo, que Rawlings aún no había observado en su totalidad, no sólo lo formaba aquella sustancia resinosa que cubría las paredes. Entonces se dio cuenta...
Algunos cadáveres de tripulantes y de marines habían sido adheridos a las paredes... ¿Qué era aquello? ¿Una sala de trofeos? Y los huevos... De medio metro de altura... Al fondo la sala estaba llena de ellos... Aquella criatura era una especie de "reina", y en los huevos hibernaba su descendencia...
Rawlings se apoyó firmemente sobre el arma, y comenzó a vaciar el lanzagranadas, un disparo tras otro, rodando de vez en cuando por el suelo hacia izquierda o derecha para cambiar de dirección y hacerse menos previsible para aquel monstruo, que ya había emprendido el embiste contra él.
En un par de ocasiones logró impactar muy cerca de una de sus extremidades, causándole gran daño. Aún así, aquella criatura, coja y todo, seguía suponiendo una amenaza sin parangón.
-¡Maldita bastarda, hija de perra! -maldijo mientras descargaba una andanada explosiva más.
La criatura volvió a chillar cuando algunos huevos reventaron por culpa de las explosiones de los sucesivos ataques con granadas. Sin duda aquello la enfureció aún más, e hizo que cargara contra Rawlings, cojeando, agitando los brazos en el aire tratando de alcanzarle.
Con un rápido movimiento, más fruto del miedo que de la habilidad, "Raw" consiguió esquivarla por debajo de sus "piernas", al tiempo que una ráfaga de su fusil conseguía impactar de lleno en la zona de su pelvis.
"Raw" pensó que ya estaba todo hecho, y que aquella ráfaga prácticamente acababa de zanjar el duelo a su favor, pues pudo ver como la criatura caía de rodillas y golpeaba con la cabeza en el suelo tras de él... Pero en ese preciso momento sintió como un frío trozo de acero partía prácticamente en dos su torso por la mitad... Uno de los contenedores a medio destrozar, que antes golpeara el monstruo en uno de sus ataques de ira, había dejado un trozo de acero expuesto, agudo, en forma de punta de lanza... El mismo que ahora "Raw" miraba atónito, expuesto, saliendo por una sangrante abertura en el centro de su pecho... La sangre manaba a borbotones copiosamente, y la vida se escapaba deprisa, mientras el novato del 226 observaba los últimos estertores de vida de aquella mitológica criatura a la que había conseguido vencer, aunque ya no sirviera para nada...


EPÍLOGO

> CARGAR PUNTO DE CONTROL
> REINICIAR NIVEL
> OPCIONES
> VOLVER AL MENU PRINCIPAL

-¿Amor...?
-Dime peque...
-Ve apagando la consola, que ya está la cena...
-¿Me da tiempo 5 minutos más a ver si me paso este nivel?
-¡5 minutos!
-¡Vaaaaale...! ¡Me cago en su puta madre, con el nivel de los huevos... No hay un dios que se lo pase, joder!

--- ---

-Oye, Rawlings, ¿Tú alguna vez te lo has montado con una androide? -preguntó socarronamente el hispano del pelotón, que acusaba ligeramente la ingesta de alcohol. Todos se rieron a carcajadas.
-Vaya... Acabo de tener un déja vu... Es como si esto ya lo hubiera vivido antes -respondió el nuevo recluta del 226...

martes, 3 de septiembre de 2013

Regreso a casa (sexta parte)

ALPHA

-Está claro que, al menos, esta puerta sí funcionaba, "Toro", como las del otro pasillo...
-Ya veo, nene...
-Propongo pasar a la siguiente; me están entrando ganas de cagar, y cuanto antes acabemos, antes podré soltar "lastre" -bromeó Rawlings.
Reanudaron la marcha de la misma mecánica manera como habían ejecutado la entrada en los aseos. Una máquina bien engrasada, de movimientos sincronizados y automáticos, precisa y fiable... Los marines coloniales sabían cómo hacer las cosas. Hasta tal punto se habían enfrentado en infinidad de veces a estas situaciones, que no hacía falta ni planificarlas: todo estaba escrito en algún manual y ejercitado en mil y una simulaciones de combate y ejercicios tácticos.
-Sargento... Teniente... Seguimos adelante; cambio... -comunicó Chávez.
-Recibido, cabo. Muévanse como si tuvieran lombrices...
-Derecha, "Raw".
-El sensor de movimiento no marca una mierda, "Toro"... Tres y adentro... Dos, uno... -y de un codazo, el soldado accionó el interruptor de apertura. -Es una sala de astronavegación... -observó el soldado, mientras apuntaba al frente con el fusil de asalto. Una sala amplia, rodeada de consolas y computadoras, les aguardaba, presidida por una mesa de holomapas.
-Aquí no hay nada... ¡Espera!, ¡"Raw"!
-¿Qué coño pasa ahora?
-Y desde uno de esos terminales... ¿No podríamos intentar comprobar los localizadores de vida de los tripulantes, si es que los hay? -sugirió Chávez señalando a las múltiples pantallas presentes en la habitación.
-Bravo, chicano... ¿Sargento?, ¿Me escucha?
-Adelante, hijo...
-A "Toro" se le ha encendido la bombilla, sin que sirva de precedente. Los tripulantes podrían tener implantados quirúrgicamente localizadores de vida, ¿No?. Si forman parte de una colonia de Weyland deberían tenerlos activos, y quizá usando uno de estos ordenadores podríamos ver en qué parte de la nave están... Siempre que estén con vida.
-Buena idea, cabo; háganlo, pero dense prisa... -ordenó el teniente Gardner por radio desde la distancia.
Chávez se sentó en una silla con ruedas frente a un teclado iluminado. Era uno de los dos que estaba operativo y desbloqueado, en el punto más alejado de la puerta y junto a un amplio ventanal que daba al gran azul del cosmos. Mientras, Rawlings cerraba la compuerta y se tomaba un respiro sobre el punto de mira, bajando los brazos y resoplando.
-Bien, veamos... "Menú"... "Operaciones internas", "Tripulación", "Mantenimiento", "Activar/Desactivar dispositivos"... -las manos de Chávez volaban sobre las teclas del terminal. -¡Bingo... Joder! Aparecen 8 tripulantes en pantalla, señor; Deveraux, Blaze, Nguyen, Han, Branson, Blazevick, Ramírez y Friedrich. 6 en estado de "no disponibles"; 2 en estado de "salud crítica"...
-¡Teniente, no hay nadie en casa! O al menos no hay nadie vivo o en situación de estarlo por mucho tiempo; lo siento, señor… ¡Me cago en la puta!, ¡Dónde coño nos ha metido, teniente!
-¡Silencio! ¡Salgan de ahí, cabo! Hay que intentar encontrar a los dos supervivientes. Puede que "Bravo" haya encontrado y esté atendiendo ya a los heridos... Equipo dos, ¿Me escucha? -preguntó Gardner.
-Alto y claro, teniente. Aquí hemos terminado la ronda y hemos llegado al final del pasillo de servicio. Nadie en ninguna habitación. Hemos estado en camarotes, sala de ocio y cámara de hipersueño: todo vacío e impoluto. Nos encontramos al final de la bifurcación Bukowski y yo, señor. Esperando órdenes.
-Chávez y Rawlings están en camino, Cortesse. Fijen una posición defensiva. En un par de minutos se reunirán con ustedes, y recorrerán ese pasillo, ¿Entendido?
-¡Recibido! -contestaron al unísono Cortesse y Bukowski, mientras echaban un rápido vistazo al frente, donde el pasillo volvía a ensancharse en dirección a proa, y chequeaban equipo y munición. -¿Qué sabemos del equipo de popa, señor?
-Seguimos intentando comunicar con ellos, pero algún tipo de interferencia provocada por la estructura de este trasto debe impedirnos la transmisión... -dijo Verheyden. -Si no tenemos noticias de ellos en unos minutos, volverán a por ellos replegándose sobre su posición cuando ustedes hayan terminado en su zona...


BRAVO

-Dos y dos, hacia el centro... De momento abrid los ojos. No perdáis onda, nenas. Primero echamos un ojo al comedor de tropa, y luego pasamos al laboratorio de ahí al lado. Tú conmigo Aaronson. Vosotros, por ahí y a la cocina.
-Roger, jefe... -asintió Aaronson cubriendo el flanco.
-¡Despejado, Foreman! -dijo Di Gregorio. -Aquí hace mucho que nadie se hace una sopa...
-Cocina limpia, jefe... -dijo Krueger, saliendo desde atrás.
Dentro del amplio espacio, varias filas de bancos y dos largas mesas distribuían el espacio del comedor. Detrás de él, un espacio destinado al almacenamiento de comida y bebida sintética de preparación rápida, se apilaba en compartimentos cerrados y armarios. A un lado, un par de fregaderos y dispensadores de bandejas, platos, cubiertos y vasos reciclables y un refrigerador, completaban una sobria y práctica estructura de servicio de hostelería para la tripulación de la CCV Paris.
A un lado, una compuerta doble, daba paso al laboratorio...
-Caballeros, seguimos adelante... Zachary, Chett... Flancos de la puerta; vamos a entrar ahí. Cúbreme detrás, Aaronson... -y el jefe de escuadrilla accionó el mecanismo de apertura...
-¡Pero, qué cojones...! -la maquinaria Marine entró en el laboratorio, desplegándose con precisión milimétrica y apuntando al frente y los laterales con sus armas, al unísono, y entonces se detuvieron y escanearon rápidamente el escenario. El laboratorio presentaba un aspecto destartalado, como si alguien se hubiera agarrado un buen cabreo y la hubiera emprendido a golpes con todo el equipamiento, los matraces, los tubos de ensayo, microscopios y demás maquinaria.
-¿Qué coño ha pasado aquí? -se preguntaba Foreman.
-¿Has visto aquellos tanques cilíndricos de allí, jefe? -preguntó Krueger señalando unos recipientes hechos añicos al fondo. -El suelo está empapado de una especie de líquido que huele como a alcohol...
-Ya, pero, ¿Y qué cojones había dentro? -dijo Aaronson.
-No lo sé, pero fuera lo que fuera no está... Y si había científicos, doctores, enfermeras cachondas o lo que fuera en este puto laboratorio, ahora tampoco... -el ambiente se relajó durante unos segundos. -Volvamos al pasillo, chicos. Tenemos que comprobar esa puta sala del fondo y volver al hangar... ¿Seguimos sin comunicaciones?
-Negativo, jefe -ratificó el italo-americano, que regularmente había seguido intentando comunicarse con el sargento Verheyden, el teniente Gardner y el oficial de vuelo Kierkegaard.
Dejaron atrás un par de carros de instrumental volcados, con todo su contenido una vez escrupulosamente colocado, desparramado por el suelo; armarios abiertos con sus baldas desencajadas y su contenido seriamente desordenado; se habían volcado un par de monitores de plasma, que aún chisporroteaban en el suelo por el cableado arrancado… Pero lo que llamaba poderosamente la atención eran las dos unidades de nitrógeno que habían sido extraídas de un compartimento de refrigeración médico, que había quedado abierto.
-¿Y eso, jefe? -preguntó Aaronson al observar la compuerta abierta de la unidad de refrigeración, señalándola. Unos hilillos de gas aún flotaban, como el humo del tabaco, exhalados por el vientre de aquella máquina; todo parecía indicar que no había transcurrido mucho tiempo desde que alguien hubiera extraído las botellas de gas de su alojamiento.
-Alguien parece haber estado rebuscando por aquí. Se han llevado nitrógeno líquido, pero ¿Para congelar qué…? Manipular esta mierda es peligroso… -se preguntaba Krueger. -Esto cada vez pinta mejor…
-Sigamos hacia la sala del tesoro… -ordenó Foreman. La escuadrilla se replegó ordenadamente y dirigieron de nuevo sus pasos al pasillo de servicio por el que habían llegado hasta el comedor y el laboratorio.
-Avancemos despacio, chicos, y no perdamos de vista ese puto sensor de movimiento, ¿De acuerdo? -Foreman casi había comenzado a susurrar las órdenes.
-Sigamos andando, muchachos. Y si os tirais un pedo, tranquilos, que lo sabré… -dijo Di Gregorio mientras alzaba el sensor de movimiento hasta colocarlo frente a sí, casi a la altura de su pecho. Y los pasos de todos ellos se volvieron sigilosos y flotantes.
-¿A nadie se le ha ocurrido que quizá deberíamos volver al hangar a esperar refuerzos o novedades? -preguntó Krueger. Di Gregorio lleva un buen rato sin poder hablar con la Achilles...
-Joder, "Kru", no sabía que eras marica… -se rió el fanfarrón del grupo.
-¡Lo único que me apetece meterte por el culo es esto, gilipollas! -murmuró el gigantón señalando el cañón de su gran ametralladora, mientras abría los ojos como platos.
-¡Callaos los dos! ¿Quereis, joder? -ordenó Foreman. -Bueno… ¿Cara o cruz? ¿Qué creéis que habrá ahí dentro?… ¡Qué coño importa! Ya sabéis lo que hay que hacer…
-¡A cubrirse el culo! -gritaron todos al unísono apuntando con sus armas al frente en formación. Krueger abría la marcha con su smart M56, sobre su hombro izquierdo, Foreman. En ambos flancos, sus dos fusileros ya habían cargado dos granadas en el afuste bajo el cañón de sus M41 y encaraban la puerta a 45 grados a izquierda y derecha.
La puerta de la misteriosa sala estaba a punto de abrirse.
Era una puerta gruesa. Octogonal y de doble hoja, como el resto de las de la nave, aunque sí un poco más grande que las demás. Parecía dar a un compartimento que albergara una carga algo más comprometida o importante… O tan sólo que interesaba mantener aislada del resto de la nave con más seguridad. A ambos lados existían sendas palancas verticales de desbloqueo, como las de las compuertas de vacío espacial, que había que manipular antes de presionar el redondo botón rojo de apertura.
-Zach, Chett… -sugirió nerviosamente Foreman.
Ambos soldados accionaron las palancas, y unas señales sonoras se accionaron, como si estuvieran robando un coche, así como una luz giratoria anaranjada en el centro de la puerta, encima de ella. Sonó un metálico y pesado sonido de desbloqueo… ¡Clank!
-Foreman… Tío… -era la primera vez que Di Gregorio no tenía ganas de broma.
-¡Abre, me cago en la puta! ¡Y si hay algo ahí dentro lo fríes, ¿Entendido?! -Foreman respiraba aceleradamente…
Di Gregorio pulsó el botón rojo, y la puerta se abrió con una pesada parsimonia. Al final del protocolario proceso, sólo un colofón de silencio y oscuridad.
-¡Qué cojones es esto! No se ve una mierda… -observó el italiano.
-¡Encended bengalas, ya, ya, ya…! -ordenó Foreman a gritos, nervioso y visiblemente sudoroso.
De pronto, la tenue luz de las bengalas arrojadas hacia el interior, tomando poco a poco temperatura, dio paso a un fogonazo de luz rojiza que iluminó toda la estancia, pariendo el dantesco espectáculo propio del pórtico gótico de la morada de Satanás…
-¡Fuego, fuego, fuegooooo…! ¡Acabad con ellooooos…! -Foreman dio su última orden mientras aquella ágil sombra se precipitaba sobre él desde lo alto...
Los cinco sentidos de todos y cada uno de ellos consiguieron activarse con sus propias versiones del horror en sólo unos segundos. Nadie acertó a ver, o siquiera imaginar, lo que estaba sucediendo a su alrededor mientras el infierno se ocupaba de darle a cada uno su bienvenida personalizada…