-Iniciando secuencia de despegue -el artillero y copiloto comenzó con la comprobación de los sistemas de vuelo. El sonido creciente de las turbinas de propulsión de la nave tras la ignición, indicaron el inicio de la misión.
-Todos los sistemas en verde, Eastwood.
-Roger, Harrelson. Armamento preparado y fijado a los soportes.
-Comunicaciones, aviónica, soporte vital... Comprobados.
-¿Qué tal ahí atrás, marines? -preguntó por línea interna el copiloto.
-Deseando largarnos de una vez -contestó Bukowski.
-¿Y la azafata? ¡Quiero una birra! -bromeó Aaronson. Todos rieron.
-"Wasp 1" para control; esperando sus órdenes... -invitó Harrelson.
-Iniciamos secuencia de desenganche. Encendidas cámaras tácticas de sus cascos. Todo tiene buen aspecto desde aquí, caballeros... -continuó Kierkegaard.
El casco de cada marine contaba con una microcámara incorporada, que permitía al control de misión ver lo que ellos veían mientras tenía lugar el "baile". Además, un sistema de control de constantes vitales incorporado al traje, leía pulso, respiración y otros indicadores para saber en todo moménto cómo se encontraban los niños...
-Les habla el teniente Gardner. No quiero que hagan el gilipollas. Seamos profesionales, soldados. Buena caza, y mantengan constante contacto por radio, ¿Entendido?
-¡Woa! - Gritaron todos al unísono. Harrelson y Eastwood sonreían en la cabina al tiempo que el brazo de la grúa de sujección se disponía a colocar la cañonera justo encima de la compuerta de aislamiento. Bajo las enormes puertas, una especie de bahía aislada separaba la zona del hangar del vacío espacial.
-Suelta los enganches primarios, Eastwood.
-Enganches primarios liberados -un sonoro "clac" metálico indicó que el dispositivo de retenida de la grúa estaba listo para soltar la AD L4 al espacio con la siguiente pulsación sobre el panel del copiloto.
La grúa se detuvo encima de la compuerta de vacío y descendió con ligereza por debajo del nivel del cierre. Y en unos segundos, encima de ellos, las gigantescas compuertas se cerraron, dejando tan sólo el brazo de sujección como único cordón umbilical con la nave. Los portones inferiores se abrieron, dejando a la vista bajo sus pies el oscuro tapiz cósmico, salpicado por miles de puntos de luz.
-Suelta los secundarios. ¡Larguémonos, Eastwood!
-Roger, jefe Wasp...
Tal y como el brazo liberó la sujección de la cañonera, una caída al más puro estilo "montaña rusa" sacudió en pleno a la carga humana del estómago de la nave.
-¡Mierda, Harrelson, se me han subido los huevos a las orejas! ¿Es que no puedes tener más cuidado? -se quejó Chávez a gritos.
-¡Con lo macho que tú eres! -se defendió el piloto con socarronería.
-¡Yiii haaa! -Cortesse estaba encantado con la cabalgada.
En un par de minutos habrían llegado a su destino. La nave de carga colonial Paris estaba situada a proa, a tan sólo unos cientos de metros, y no parecía gran cosa, salvo un enorme, robusto y sobrio trozo de metal a la deriva, que crecía de tamaño según se recortaba la distancia.
-Atención. Aquí nave de asalto "Wasp 1" de los marines coloniales a CCV Paris: ¿Me reciben? Repito: esta es la nave de asalto Wasp de los marines coloniales llamando a la CCV Paris de la corporación Weyland-Yutani... ¿Hay alguien ahí?
-No detecto señales de movimiento ni localizadores vitales de la tripulación, Harrelson.-Muy bien... Coloquémonos bajo el casco. Creo que tendremos que entrar ahí... -aseveró Harrelson -. A ver ahí atrás, muchachos... Voy a insertar el código de acceso a las puertas de la bahía de atraque. Si todo funciona como es debido, habremos entrado en 30 segundos. Así que preparados para saltar fuera.
-Control Achilles, aquí "Wasp 1"... Me temo que ni se han desarropado para abrirnos la puerta, teniente. Nadie contesta a las llamadas por radio, señor -explicó Eastwood.
-Recibido, "Wasp 1". Inicie transmisión de código de seguridad. Si su sistema de comunicaciones se ha averiado durante el hipersueño, no tendrán ni puta idea de lo que sucede -explicó Kierkegaard.
-Afirmativo. Pero la computadora los hubiera despertado ante la más mínima alerta de funcionamiento, ¿Correcto? -inquirió Verheyden.
-Exacto, sargento... Y eso es lo que me preocupa -contestó el teniente Gardner.
-Cierto... -se percató el humano sintético.
-Esto me da mala espina... -murmuraba Rawlings -. Sólo se explicaría con un colapso de las cápsulas criogénicas o un fallo general de todos los sistemas, y no sólo el de comunicaciones... A lo mejor nos encontramos unos cuantos kilos de fiambre congelado ahí dentro.
-El vaquero tiene razón, teniente -apoyó Harrelson.
-¡Muy bien, señores! ¡Entren ahí como si tuvieran prisa! -ordenó el oficial al mando.
La cañonera suspendió los propulsores justo bajo la doble compuerta de vacío del vientre de la Paris. Y el código obró el milagro.
-Compuertas exteriores abiertas, teniente -dijo el piloto -. Hasta aquí al menos la cosa funciona...
En la bahía de carga de la cañonera, los tripulantes comenzaban a moverse con inquietud en sus asientos con anclajes. Aaronson comprobaba los cargadores de su rifle de pulsos; Foreman jugueteaba con un puñal, haciendo malabares.
-Di Gregorio, ¿Has traído el equipo de derivación eléctrica? -preguntó Bukowski.
-Afirmativo, marine: he traído el abrelatas, así que no tendrás que tumbar ninguna escotilla a cabezazos -bromeó el neoyorquino.
La pequeña nave de abordaje ascendió lentamente y, bajo sus patines de aterrizaje ya extendidos fuera de sus alojamientos, esperó a que las compuertas dobles se cerraran. Terminando su ascenso hacia el interior del muelle de atraque, la nave retrocedió un poco, aún suspendida en el aire, para después posarse en una de las zonas habilitadas para ello.
-¡Abajo, abajo, abajo...! ¡Rampa fuera! ¡Abre ahí atrás, Eastwood! -ordenó Harrelson.
-Rampa abajo; sardinas fuera de la lata...
Los marines desplazaron los anclajes de sus asientos hacia arriba y descolgaron de sus emplazamientos sus fusiles de asalto y ametralladoras pesadas, y se apresuraron a desplegarse fuera del vehículo.
-¡Muy bien, nenas! ¡Por escuadras! ¡Grupo "Alpha" al acceso norte; grupo "Bravo" al acceso sur! ¡Cierra la rampa, Harrelson; ya estamos fuera! -ordenaba Krueger -. ¡Subimos a la cubierta superior y esperamos órdenes, ¿Entendido?!
-¡Movámonos como si tuviéramos lombrices, muchachos! -continuó Chávez.
Los únicos sonidos que se escuchaban en el hangar eran los taconazos de las botas de los soldados distribuyéndose a paso ligero hacia los dos accesos al piso superior. A veces, tanto silencio resulta ensordecedor...
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