martes, 3 de septiembre de 2013

Regreso a casa (sexta parte)

ALPHA

-Está claro que, al menos, esta puerta sí funcionaba, "Toro", como las del otro pasillo...
-Ya veo, nene...
-Propongo pasar a la siguiente; me están entrando ganas de cagar, y cuanto antes acabemos, antes podré soltar "lastre" -bromeó Rawlings.
Reanudaron la marcha de la misma mecánica manera como habían ejecutado la entrada en los aseos. Una máquina bien engrasada, de movimientos sincronizados y automáticos, precisa y fiable... Los marines coloniales sabían cómo hacer las cosas. Hasta tal punto se habían enfrentado en infinidad de veces a estas situaciones, que no hacía falta ni planificarlas: todo estaba escrito en algún manual y ejercitado en mil y una simulaciones de combate y ejercicios tácticos.
-Sargento... Teniente... Seguimos adelante; cambio... -comunicó Chávez.
-Recibido, cabo. Muévanse como si tuvieran lombrices...
-Derecha, "Raw".
-El sensor de movimiento no marca una mierda, "Toro"... Tres y adentro... Dos, uno... -y de un codazo, el soldado accionó el interruptor de apertura. -Es una sala de astronavegación... -observó el soldado, mientras apuntaba al frente con el fusil de asalto. Una sala amplia, rodeada de consolas y computadoras, les aguardaba, presidida por una mesa de holomapas.
-Aquí no hay nada... ¡Espera!, ¡"Raw"!
-¿Qué coño pasa ahora?
-Y desde uno de esos terminales... ¿No podríamos intentar comprobar los localizadores de vida de los tripulantes, si es que los hay? -sugirió Chávez señalando a las múltiples pantallas presentes en la habitación.
-Bravo, chicano... ¿Sargento?, ¿Me escucha?
-Adelante, hijo...
-A "Toro" se le ha encendido la bombilla, sin que sirva de precedente. Los tripulantes podrían tener implantados quirúrgicamente localizadores de vida, ¿No?. Si forman parte de una colonia de Weyland deberían tenerlos activos, y quizá usando uno de estos ordenadores podríamos ver en qué parte de la nave están... Siempre que estén con vida.
-Buena idea, cabo; háganlo, pero dense prisa... -ordenó el teniente Gardner por radio desde la distancia.
Chávez se sentó en una silla con ruedas frente a un teclado iluminado. Era uno de los dos que estaba operativo y desbloqueado, en el punto más alejado de la puerta y junto a un amplio ventanal que daba al gran azul del cosmos. Mientras, Rawlings cerraba la compuerta y se tomaba un respiro sobre el punto de mira, bajando los brazos y resoplando.
-Bien, veamos... "Menú"... "Operaciones internas", "Tripulación", "Mantenimiento", "Activar/Desactivar dispositivos"... -las manos de Chávez volaban sobre las teclas del terminal. -¡Bingo... Joder! Aparecen 8 tripulantes en pantalla, señor; Deveraux, Blaze, Nguyen, Han, Branson, Blazevick, Ramírez y Friedrich. 6 en estado de "no disponibles"; 2 en estado de "salud crítica"...
-¡Teniente, no hay nadie en casa! O al menos no hay nadie vivo o en situación de estarlo por mucho tiempo; lo siento, señor… ¡Me cago en la puta!, ¡Dónde coño nos ha metido, teniente!
-¡Silencio! ¡Salgan de ahí, cabo! Hay que intentar encontrar a los dos supervivientes. Puede que "Bravo" haya encontrado y esté atendiendo ya a los heridos... Equipo dos, ¿Me escucha? -preguntó Gardner.
-Alto y claro, teniente. Aquí hemos terminado la ronda y hemos llegado al final del pasillo de servicio. Nadie en ninguna habitación. Hemos estado en camarotes, sala de ocio y cámara de hipersueño: todo vacío e impoluto. Nos encontramos al final de la bifurcación Bukowski y yo, señor. Esperando órdenes.
-Chávez y Rawlings están en camino, Cortesse. Fijen una posición defensiva. En un par de minutos se reunirán con ustedes, y recorrerán ese pasillo, ¿Entendido?
-¡Recibido! -contestaron al unísono Cortesse y Bukowski, mientras echaban un rápido vistazo al frente, donde el pasillo volvía a ensancharse en dirección a proa, y chequeaban equipo y munición. -¿Qué sabemos del equipo de popa, señor?
-Seguimos intentando comunicar con ellos, pero algún tipo de interferencia provocada por la estructura de este trasto debe impedirnos la transmisión... -dijo Verheyden. -Si no tenemos noticias de ellos en unos minutos, volverán a por ellos replegándose sobre su posición cuando ustedes hayan terminado en su zona...


BRAVO

-Dos y dos, hacia el centro... De momento abrid los ojos. No perdáis onda, nenas. Primero echamos un ojo al comedor de tropa, y luego pasamos al laboratorio de ahí al lado. Tú conmigo Aaronson. Vosotros, por ahí y a la cocina.
-Roger, jefe... -asintió Aaronson cubriendo el flanco.
-¡Despejado, Foreman! -dijo Di Gregorio. -Aquí hace mucho que nadie se hace una sopa...
-Cocina limpia, jefe... -dijo Krueger, saliendo desde atrás.
Dentro del amplio espacio, varias filas de bancos y dos largas mesas distribuían el espacio del comedor. Detrás de él, un espacio destinado al almacenamiento de comida y bebida sintética de preparación rápida, se apilaba en compartimentos cerrados y armarios. A un lado, un par de fregaderos y dispensadores de bandejas, platos, cubiertos y vasos reciclables y un refrigerador, completaban una sobria y práctica estructura de servicio de hostelería para la tripulación de la CCV Paris.
A un lado, una compuerta doble, daba paso al laboratorio...
-Caballeros, seguimos adelante... Zachary, Chett... Flancos de la puerta; vamos a entrar ahí. Cúbreme detrás, Aaronson... -y el jefe de escuadrilla accionó el mecanismo de apertura...
-¡Pero, qué cojones...! -la maquinaria Marine entró en el laboratorio, desplegándose con precisión milimétrica y apuntando al frente y los laterales con sus armas, al unísono, y entonces se detuvieron y escanearon rápidamente el escenario. El laboratorio presentaba un aspecto destartalado, como si alguien se hubiera agarrado un buen cabreo y la hubiera emprendido a golpes con todo el equipamiento, los matraces, los tubos de ensayo, microscopios y demás maquinaria.
-¿Qué coño ha pasado aquí? -se preguntaba Foreman.
-¿Has visto aquellos tanques cilíndricos de allí, jefe? -preguntó Krueger señalando unos recipientes hechos añicos al fondo. -El suelo está empapado de una especie de líquido que huele como a alcohol...
-Ya, pero, ¿Y qué cojones había dentro? -dijo Aaronson.
-No lo sé, pero fuera lo que fuera no está... Y si había científicos, doctores, enfermeras cachondas o lo que fuera en este puto laboratorio, ahora tampoco... -el ambiente se relajó durante unos segundos. -Volvamos al pasillo, chicos. Tenemos que comprobar esa puta sala del fondo y volver al hangar... ¿Seguimos sin comunicaciones?
-Negativo, jefe -ratificó el italo-americano, que regularmente había seguido intentando comunicarse con el sargento Verheyden, el teniente Gardner y el oficial de vuelo Kierkegaard.
Dejaron atrás un par de carros de instrumental volcados, con todo su contenido una vez escrupulosamente colocado, desparramado por el suelo; armarios abiertos con sus baldas desencajadas y su contenido seriamente desordenado; se habían volcado un par de monitores de plasma, que aún chisporroteaban en el suelo por el cableado arrancado… Pero lo que llamaba poderosamente la atención eran las dos unidades de nitrógeno que habían sido extraídas de un compartimento de refrigeración médico, que había quedado abierto.
-¿Y eso, jefe? -preguntó Aaronson al observar la compuerta abierta de la unidad de refrigeración, señalándola. Unos hilillos de gas aún flotaban, como el humo del tabaco, exhalados por el vientre de aquella máquina; todo parecía indicar que no había transcurrido mucho tiempo desde que alguien hubiera extraído las botellas de gas de su alojamiento.
-Alguien parece haber estado rebuscando por aquí. Se han llevado nitrógeno líquido, pero ¿Para congelar qué…? Manipular esta mierda es peligroso… -se preguntaba Krueger. -Esto cada vez pinta mejor…
-Sigamos hacia la sala del tesoro… -ordenó Foreman. La escuadrilla se replegó ordenadamente y dirigieron de nuevo sus pasos al pasillo de servicio por el que habían llegado hasta el comedor y el laboratorio.
-Avancemos despacio, chicos, y no perdamos de vista ese puto sensor de movimiento, ¿De acuerdo? -Foreman casi había comenzado a susurrar las órdenes.
-Sigamos andando, muchachos. Y si os tirais un pedo, tranquilos, que lo sabré… -dijo Di Gregorio mientras alzaba el sensor de movimiento hasta colocarlo frente a sí, casi a la altura de su pecho. Y los pasos de todos ellos se volvieron sigilosos y flotantes.
-¿A nadie se le ha ocurrido que quizá deberíamos volver al hangar a esperar refuerzos o novedades? -preguntó Krueger. Di Gregorio lleva un buen rato sin poder hablar con la Achilles...
-Joder, "Kru", no sabía que eras marica… -se rió el fanfarrón del grupo.
-¡Lo único que me apetece meterte por el culo es esto, gilipollas! -murmuró el gigantón señalando el cañón de su gran ametralladora, mientras abría los ojos como platos.
-¡Callaos los dos! ¿Quereis, joder? -ordenó Foreman. -Bueno… ¿Cara o cruz? ¿Qué creéis que habrá ahí dentro?… ¡Qué coño importa! Ya sabéis lo que hay que hacer…
-¡A cubrirse el culo! -gritaron todos al unísono apuntando con sus armas al frente en formación. Krueger abría la marcha con su smart M56, sobre su hombro izquierdo, Foreman. En ambos flancos, sus dos fusileros ya habían cargado dos granadas en el afuste bajo el cañón de sus M41 y encaraban la puerta a 45 grados a izquierda y derecha.
La puerta de la misteriosa sala estaba a punto de abrirse.
Era una puerta gruesa. Octogonal y de doble hoja, como el resto de las de la nave, aunque sí un poco más grande que las demás. Parecía dar a un compartimento que albergara una carga algo más comprometida o importante… O tan sólo que interesaba mantener aislada del resto de la nave con más seguridad. A ambos lados existían sendas palancas verticales de desbloqueo, como las de las compuertas de vacío espacial, que había que manipular antes de presionar el redondo botón rojo de apertura.
-Zach, Chett… -sugirió nerviosamente Foreman.
Ambos soldados accionaron las palancas, y unas señales sonoras se accionaron, como si estuvieran robando un coche, así como una luz giratoria anaranjada en el centro de la puerta, encima de ella. Sonó un metálico y pesado sonido de desbloqueo… ¡Clank!
-Foreman… Tío… -era la primera vez que Di Gregorio no tenía ganas de broma.
-¡Abre, me cago en la puta! ¡Y si hay algo ahí dentro lo fríes, ¿Entendido?! -Foreman respiraba aceleradamente…
Di Gregorio pulsó el botón rojo, y la puerta se abrió con una pesada parsimonia. Al final del protocolario proceso, sólo un colofón de silencio y oscuridad.
-¡Qué cojones es esto! No se ve una mierda… -observó el italiano.
-¡Encended bengalas, ya, ya, ya…! -ordenó Foreman a gritos, nervioso y visiblemente sudoroso.
De pronto, la tenue luz de las bengalas arrojadas hacia el interior, tomando poco a poco temperatura, dio paso a un fogonazo de luz rojiza que iluminó toda la estancia, pariendo el dantesco espectáculo propio del pórtico gótico de la morada de Satanás…
-¡Fuego, fuego, fuegooooo…! ¡Acabad con ellooooos…! -Foreman dio su última orden mientras aquella ágil sombra se precipitaba sobre él desde lo alto...
Los cinco sentidos de todos y cada uno de ellos consiguieron activarse con sus propias versiones del horror en sólo unos segundos. Nadie acertó a ver, o siquiera imaginar, lo que estaba sucediendo a su alrededor mientras el infierno se ocupaba de darle a cada uno su bienvenida personalizada…


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