domingo, 15 de abril de 2012

Regreso a casa (tercera parte)

-¡Señor, tenemos comunicación con La Tierra!
-¿Qué hay "Kirk"?
-El centro de mando nos manda los planos de la nave de Weyland.
-De vez en cuando las cosas se hacen como es debido... ¡Fabuloso! ¡Ahora sabremos como tratar ese trozo de hierro! Cárguelos y echemos un vistazo.
Mientras en el puente el teniente Gardner y el tripulante Kierkegaard observaban de cabo a rabo el holoesquema de los planos de la Paris, los chicos del 226, listos para comenzar a bailar, ya habían hecho las maletas. El suboficial de la nave se unía a ellos en la estancia.
-Sargento, no podremos anclarnos a ese carguero. Es más grande de lo que nos imaginábamos. Es un jodido trozo enorme de metal... -Gardner, Kierkegaard y el suboficial comenzaban a alucinar con el tamaño del pecio que iban a asaltar -. Harrelson e Eastwood tendrán que llevarlos en una cañonera de asalto; podrán entrar en esa pequeña bahía de carga que se encuentra en el vientre de la nave.
-¿Podremos abrirla desde nuestros terminales, señor? -preguntó Verheyden.
-En efecto, sargento. Junto con los esquemas técnicos de la Paris nos han enviado las claves de operación a distancia. O podríamos piratearla... -resolvió el androide.
-Pero si el problema de comunicaciones depende de sus ordenadores, existe la posibilidad de que nosotros tampoco podamos operar esas compuertas a distancia...
-Negativo, sargento. Los accesos a las naves cuentan con una consola autónoma de generador propio por si aparecen complicaciones. Si no, siempre nos quedaría la alternativa mecánica. Eso sí, alguien tendría que ponerse el traje de vacío y operar con herramientas el desbloqueo manual de la compuerta.
-No nos pongamos la venda tan pronto, caballeros. Vaya a ver si los hombres están listos, sargento -ordenó el teniente -. En unos instantes iniciaremos la maniobra de aproximación...
-¡Sí, señor!



El tiempo pasaba deprisa, pero todo estaba listo para cuando la USCM Achilles llegó al sector en el que se encontraba la CCV Paris. El sargento Verheyden se había desplazado a la sala de descanso de la tropa, donde le aguardaba el contingente del 226 para recibir las últimas instrucciones.
-¡Muy bien, nenas, quiero que esto vaya como la seda! Harrelson e Eastwood harán de taxistas. Se entra en las tripas de esa nave por una bahía de carga central en la parte inferior...
-¿Por debajo? ¡Mi especialidad, sargento! -fanfarroneó de nuevo Di Gregorio.
-¡Silencio, italiano! No tiene por qué suceder nada raro ahí dentro. Es posible que estemos montando todo este jaleo para nada, pero no quiero sorpresas ¿Entendido? Quizá están esperándonos con una banda de música en su hangar y nos han preparado la merienda.
-¿Tenemos los planos, sargento? -preguntó Krueger.
-Desde luego, soldado. Y no parece muy complicado. El hangar de carga central es como un campo de fútbol donde se apilan contenedores, robots elevadores y otro equipo pesado. Hay escaleras de emergencia que comunican con la cubierta superior, aunque creo que los dos ascensores-montacargas es lo que suelen usar para subir y bajar.
-Y arriba las suites, ¿No?
-Dos laboratorios pequeños, zona de hipersueño, habitaciones de servicio, botiquín, comedor, cabina... Una perita en dulce en el aspecto táctico si hubiera que realizar una entrada a lo bestia.
Mientras, en el puente, el teniente Gardner se preguntaba qué función tenía la sala de popa de la cubierta superior.
-¿Qué cojones guardan aquí? Es la única sala que no figura especificada en los planos -se preguntaba el oficial al mando.
-He intentado acceder a la base de datos de la compañía, pero cada vez que intento preguntar al ordenador el propósito de esa sala me aparece una única descripción: "propósito genérico". No creo que haya que darle mayor importancia, señor.
-Cierto, "Kirk". Esa sala no parece la fuente de nuestro problema.
La alerta de proximidad comenzó a sonar en el ordenador.
-Hemos llegado, teniente.
-Eche el ancla, timonel -Gardner giró en redondo y dirigió sus pasos camino al muelle de servicio -. Kierkegaard, ordene a los hombres que se reúnan conmigo en la cubierta de desembarco.



El hangar de servicio era una amplia zona en el vientre de la fragata, con varias salidas al exterior de la nave. Dos compuertas dobles, selladas del vacío exterior, servían para que naves más pequeñas accedieran al interior de la gigantesca estructura, con objeto de aprovisionarla o en labores de desembarco.
Las cañoneras AD L4 eran poderosas naves de descenso que podían barrer la superficie de un área de combate con sus misiles tácticos de corto alcance. Además, contaban con la potencia de fuego descomunal de una ametralladora Vulcan, alojada en el morro, con puntería orientable con el movimiento del propio casco del artillero.
El plan era utilizar una de estas pequeñas naves de asalto y desembarco para acercar a las dos escuadras al carguero Paris, que como el Achilles, contaba con un acceso ventral al muelle de carga principal. Una vez posados en su interior, los chicos del 226 bajarían a tierra y recorrerían su interior por separado; una escuadra de proa a popa y otra en sentido contrario.
-Muy bien, marines. No tenemos todo el día. El sargento Verheyden ya les ha dicho cómo lo vamos a hacer. Y sabemos hacerlo. Harrelson pilota con Eastwood de artillero. Todos adentro y trabajando por escuadras: la  primera irá haca proa y la segunda hacia popa. Traten de comunicarse con la tripulación según desembarcan, y comuniquen cualquier novedad. Les seguiremos a través de las cámaras de sus cascos de combate. Es todo. ¡Muévanse! -Gardner era como un telegrama, pero nadie hizo preguntas.
-¡Muy bien, moved el culo y entrad ahí! ¡Quiero cenar en casa esta noche! -gritó Verheyden.
-¡Señor, sí señor! -aceptaron al unísono los marines.
-Comunicación constante por radio, y hacer saber cualquier cosa. ¡No asustéis a nadie, ¿Entendido?! Va por ti, Di Gregorio...
-No se preocupe, sargento. No voy a ir enseñando la chorra...
-Son civiles, marines, y lo mismo se mean encima cuando vean todo este despliegue militar. así que sed suaves como un adolescente echando su primer polvo...
Uno a uno, los soldados fueron entrando en el alojamiento de transporte de la cañonera y ciñéndose los enganches de transporte a sus mosquetones, para no "bailar" mucho durante el corto trayecto que separaba al Achilles del Paris.
-... Y todo esto sólo por una radio rota... ¿Seguro? -Rawlings era el único que parecía intranquilo.